Detrás de cada gran fortuna hay un delito
Honoré de Balzac

 

Cada vez que se menciona a la última dictadura militar argentina y su horrorosa cadena de secuestros, torturas, muerte y posterior desaparición, lo primero que pensamos es en sus personajes emblemáticos: Videla, Massera, Astiz, Menéndez, etc. Es una gran –y amarga para nosotros- victoria cultural de la derecha realmente existente -el capital concentrado- el no aparecer como responsable de nada, a lo sumo como acompañante de los carniceros de uniforme en su tarea de restaurar el orden y los valores occidentales y cristianos vejados por populistas, comisiones internas combativas y rojillos de todo tipo; cuando se restaura la democracia en 1983, no tuvieron empacho en entregar a los feos, sucios y malos que habían cumplido la tarea por ellos encargada a cambio que sus negocios y fortunas crecidos al amparo de las bayonetas siguieran su curso y no fueran investigados. Ni hablar de su papel como los verdaderos planificadores de la masacre.

Hoy vamos a profundizar un poco más en el tema de la relación del gran capital y sus aportes económicos que hicieron posible el III Reich, de cómo obtuvieron pingües negocios y, también como en el caso argentino, luego de la derrota del nazismo se desentendieron rápidamente del mismo, muy pocos fueron llevados a juicio y prácticamente ninguno cumplió penas de cárcel. También, como el dinero no repara ni en ideologías ni menos aún en muertos –un costo nimio en la lógica de la acumulación capitalista-, repasaremos la colaboración que ciertos empresarios del Imperio le prestaron a la maquinaria de exterminio nazi, por coincidencias ideológicas pero sobre todo por ser funcionales a sus negocios. Es importante destacar que –en otra analogía inquietante con el caso argentino- gracias a la política económica (dictada por ellos), el gran capital alemán logró un alto grado de concentración en la industria con el consecuente cierre o absorción de las pequeñas y medianas empresas.

-La hoy famosa y cool firma de ropa y perfumes Hugo Boss, que era una modesta fábrica de prendas de vestir baratas, vio crecer exponencialmente su patrimonio cuando se transformó en proveedor de los uniformes pardos de las temidas SA, las tropas paramilitares de choque del NSDAP (el partido nacional-socialista alemán), responsables entre otras atrocidades de la Kristallnacht.

-Las respetadas empresas Bayer, Basf y Química Hoechst (esta última hoy parte del grupo Sanofi-Aventis) formaban -antes que fueran obligadas a dividirse en 1945, pero no a disolverse- la I.G. Farben, productora del raticida a base de cianuro Zyklon-B, usado en las cámaras de gas para exterminar judíos, gitanos, socialistas, comunistas y todo elemento “indeseable” que entorpecía la pureza de la raza aria. Sus directivos alegaron desconocer el uso que el régimen nazi le daba al veneno, siendo que en realidad su propio personal visitaba los campos para instruir a los verdugos en su correcto y tétrico uso. Es más: El terreno donde se levantó Auschwitz, campo donde eran asesinadas 12.000 personas diariamente con precisión de relojería, era una propiedad compartida entre I.G. Farben -que también tenia allí sus fábricas de combustible y caucho sintético- y Krupp, otra de las muy serias empresas privadas de la que nos ocuparemos más adelante.
Pero la cosa no quedó en eso: Fue una de las principales empresas alemanas en usar mano de obra esclava. Los científicos nazis habían calculado que un ser humano podía vivir sin comer y de sus propias grasas unos 15 días tomando solamente agua. La empresa les daba un escaso plato de sopa raquítica una vez al día, con jornadas de labor que superaban las 14 horas; cuando el trabajador-esclavo no daba más, se lo mandaba a gasear y se lo reemplazaba por uno nuevo.

-Otra empresa admirada mundialmente por la calidad de sus productos, Daimler-Benz, también usó en cantidad mano de obra esclava proveniente de los campos de concentración, principalmente judíos polacos. Entre 1941 y 1944, su personal creció de 2549 trabajadores a 4251. ¿De dónde salió la diferencia? Adivinó, estimado lector. Aprovechando la coyuntura, militarizó el trabajo dentro de sus plantas, incluyendo a los empleados administrativos y supervisores –que no eran judíos sino “arios puros”- y ante la menor caída en la productividad, ausentismo o faltas menores, éstos también fueron enviados a los campos para su “rehabilitación”.

-La Volkswagen usó también mano de obra esclava de los campos; alojaba a los mismos en cuchas para perros, baños y hornos en desuso. Las cuchas medían 92 cm de alto por 2,75 metros de largo y 1,75 metros de ancho; en cada una de ellas dormían y morían cinco hombres. Y además, estafó al propio pueblo alemán con el proyecto del escarabajo (diseñado por Ferdinand Porsche), por el que millares de trabajadores pagaban todas las semanas 5 marcos de su salario con la ilusión de poseer su propio automóvil; en realidad, se entregaron muy pocas unidades, porque casi la totalidad del aporte era destinado a financiar la construcción de vehículos de guerra ligeros para la Wehrmacht.

-Los gigantes del acero Krupp y Thyssen AG, que en la actualidad están unificados bajo la denominación ThyssenKrupp AG, tampoco se privaron de esta forma de trabajo que superaba por lejos al capitalismo y a la esclavitud: El obrero no solo era reemplazable, sino desechable. Gustav Krupp –uno de sus propietarios- fue el creador del Fondo Hitler, destinado a sostener al NSDAP, y al que aportó personalmente 12 millones de marcos. En compensación, recibió de parte del estado generosos contratos para el rearme alemán y también participación en todas las empresas de servicios públicos que fueron privatizadas por el régimen.

-Henry Ford, fundador de la emblemática empresa del Imperio Ford Motor Co., fue un ferviente antisemita y uno de los primeros aportantes al partido de Hitler ya en 1922. Disparaba su furia paranoide contra los judíos desde una publicación de su propiedad y de alcance nacional llamada Dearborne Independent, pero muy especialmente –el propio Hitler reconoció que fue una de sus principales fuentes de inspiración para escribir el Mein Kampf- con un libro titulado nada sutilmente “The International Jew” (el judío internacional). Para estrechar aún mas los vínculos con el régimen nazi nombró a uno de sus hijos, Edsel Ford, como director general de las empresas del grupo Ford en Europa y a su vez, ocupaba un puesto de dirección en la filial norteamericana de la I.G. Farben. Edsel se ocupó personalmente que la invasión nazi a Francia no afectara el funcionamiento de la planta que su empresa tenía en Poissy; no se limitó a eso: De esa fábrica (mientras los soldados aliados y alemanes se mataban y morían en los campos de batalla) salieron motores de avión y camiones para el ejército alemán…mientras desde sus plantas en USA hacía los mismos negocios pero con su país. Bussines are Bussines, boy, todos se mataban entre si, pero ambos bien provistos por Ford Motor Co.
En el año 1938, Henry Ford recibió al cumplir sus 75 años de parte de su admirado Hitler la Gran Cruz de la Orden Suprema del Águila Alemana –una de las mas altas del régimen- junto a un telegrama de felicitaciones. Fue el primer norteamericano en recibir tal “distinción” y el segundo extranjero; el primero había sido Benito Mussolini.

-General Motors, otra de las empresas-emblema del Imperio, también fue colaboracionista nazi hasta el último día del III Reich. Controlada por la familia DuPont, el jefe del clan, Irénée, tenía las mismas obsesiones antisemitas que Hitler. Estaba asociado a la I.G. Farben, en la que invirtió 30 millones de dólares de los de entonces entre 1932 y 1939. La filial de la GM en Europa, Opel, siguió operando con normalidad hasta el fin de la guerra y producía partes de motor para los aviones Messersmitt y Junkers de la Luftwaffe, así como en los EEUU hacia los propio con la USAF (United States Air Force). Igual que Ford: Mátense todos, pero con mis productos.

-Para el final, dejamos un caso que nos toca de cerca: La presunta empresa argentina con sede en Luxemburgo llamada Techint. Originaria de Italia, fue uno de los pilares donde se asentó el régimen fascista y corporativista de Mussolini. Éste colaboró activamente para que la industria italiana se concentrara en pocas manos: En 1934 el consorcio Cornigliano (controlado por Agostino Rocca hasta 1939 al igual que las empresas Finsider, Terni, Siac y Dalmine y de estrechos lazos con el empresariado nazi alemán) absorbió a uno de sus principales competidores, la siderúrgica Cogne, lo que generó despidos masivos sin que el gobierno ni los sindicatos intervinieran a favor de los obreros, lo mismo que hicieron muchos años después con Sidor en Venezuela y que corrigiera el Presidente Hugo Chávez Frías al nacionalizarla, para disgusto y enojo de estos “demócratas”. Luego de renunciar a las tres primeras empresas, Agostino Rocca consagró sus esfuerzos a la Dalmine y a la Ansaldo; desde ese año 1939 y hasta 1943, desempeñó funciones importantes en la Confindustria, la Cámara de Corporaciones Fascistas. Por supuesto, como buen burgués donde el dinero está por sobre cualquier simpatía política -así sea la fascista que tanto amaba y que tan buenos dividendos le dio- con el fin de la guerra preventivamente se escapó para Buenos Aires, donde al poco tiempo fundó la organización Techint. Falleció en 1978, sin que nadie nunca jamás le preguntara por su real papel desempeñado en el régimen fascista ni por el origen del dinero con que levantó su empresa.

Amigo lector, seguramente se preguntará que les tocó en suerte a estos empresarios criminales de guante blanco y más que colaboracionistas nazis al final de la Segunda Guerra Mundial. No es difícil imaginarlo, pero paso a describirlo:

-En Alemania se emitieron 200 mil órdenes de captura contra otros tantos empresarios, de los que sólo fueron arrestados 85 mil. Todos repitieron lo mismo: Que no habían tenido otra opción que colaborar con los nazis por “presiones” de los mismos (un antecesor de la tristemente célebre Obediencia Debida en clave empresarial y tan mentirosa como la nuestra); casi la totalidad de los mismos fueron absueltos sin juicio y al poco tiempo –como una especie de broma siniestra- estaban ocupando sus antiguos puestos, como Richard Fraudenberg, estrecho colaborador del carnicero Göring, que en 1946 ya ocupaba un sillón de director en el Banco Schroeder. Muy pocos tuvieron que comparecer ante el Tribunal de Nuremberg y todas las sentencias fueron absolutorias o de cumplimiento condicional.

-Los norteamericanos, obviamente, se transformaron en héroes nacionales dentro del Imperio. Money talks.

-A Agostino Rocca como ya vimos nunca nadie le preguntó nada y la empresa Techint goza hoy de un extraño prestigio como el ejemplo de lo que debe ser el “empresariado nacional”. Curiosa y perfecta operación marketinera y de prensa: Una empresa con plantas en varios países del mundo (entre ellos el nuestro), con sede central en Luxemburgo (un paraíso fiscal = evasión de impuestos) que se dice “argentina” y conspira permanentemente contra el actual gobierno nacional. Ah, aquellos dorados años del fascismo italiano, la dictadura de Videla & Co. o el menemato, donde manejaban funcionarios y políticas a su antojo…¡Que tiempos aquellos!, ¿no es cierto, Famiglia Rocca?.

 

Imagen: Revista Amauta

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! Necesitaba hoy volver a leer esto... pensar que hay quienes los admiran... son lamentables.
Leíste http://www.tyhturismo.com/data/destinos/argentina/literatura/escritores/Cortazar/Fantomas/fantomas.pdf ?

Creo que esa versión no tiene el apéndice...

Abrazo,

SC

Karl Albert dijo...

Lo había leido hace mucho (creo que allá por 1984) y gracias a tu link volví a hacerlo. Creo que ahora lo aprecié mas que antes, esa cosa de fé y entusiasmo (y un poco de linda ingenuidad) que hoy tanto haría falta. Y con respecto a Techint y otros similares.... bueno, siempre existen los Tío Tom que al comer las sobras del amo creen que son como él, como magistralmente lo definió Malcon X: http://laciudadfutura.blogspot.com.ar/2011/10/el-negro-domestico.html

Otro abrazo para vos

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