La (no) burguesía nacional

burguesía

Una muy conocida firma del rubro textil con más de 80 locales de venta al público, con presencia en casi todas las grandes ciudades del país y en los principales shoppings les anunció a sus empleados que no van a realizar la tradicional fiesta de fin de años a raíz de “las bajas en las ventas y en la rentabilidad, Kicillof, Cristina, los fondos buitres, el clima de crispación, la incertidumbre por el año electoral, los ataques contra Bonadío, el ascenso a primera de Crucero del Norte, la no venida de King Crimson por el precio del dólar, Riquelme fuera de Boca, el espionaje con la SUBE, etc. etc.”.

Vale mencionar que el citado fabricante –cuyas prendas están particularmente enfocadas al público masculino- siempre realizó el austero (sic) ágape en su propio predio y que en esta década de la diKtadura creció como nunca y obtuvo cuantiosas ganancias. Seguramente durante el transcurso del año que viene arancelarán a sus dispendiosos empleados el uso de la máquina de café, que como todos sabemos es otro de los grandes gastos a cortar cuando la actividad decae más allá del 2%

Burguesía “Nacional”, ni nacional y casi que ni burguesa.

Mi generación es perseguida por imágenes de niños judíos en el ghetto y en campos de concentración. Los crímenes contra ellos nos causan una tristeza que nos perseguirá toda la vida. Pero por la misma razón nos sentimos violados por las imágenes de chicos palestinos perseguidos. Y esta vez es Israel el responsable de la ofensa.

Olof Palme

Quedan los artistas (*)

Jared_Leto

 

“To all the dreamers out there around the world watching tonight in places like Ukraine…

Ucrania_nazis

and Venezuela

Fascismo_Venezuela

We are here and as you struggle to make your dreams happen, to live the impossible, we're thinking of you tonight”.

 

(*) A la memoria de Elvis Rafael Durán De La Rosa, joven trabajador venezolano de 29 años, degollado por un alambre de púas que cruzaba la calle de lado a lado, colocado por los soñadores de Jared Leto que también sueñan en Ucrania con volver a matar judíos como el soñador del pasado Stefan Bandera.

El_asesinato_de_Elvis_Duran


Últimamente han crecido como hongos en terreno húmedo los desencantados del “kirchnerismo”; los hay de varios tipos: Desde los más previsibles, como todo el peronismo oficial peronista de Perón pura sangre 100% –es decir la derecha peronista- que solo se bancaron a regañadientes a la sucia montonería gobernante porque no había otro paraguas donde acovacharse pero ahora que huelen calas retoman sus viejas obsesiones macartistas pasando por supuestos izquierdistas que, imposibilitados por pereza intelectual y falta de voluntad de construir algo por si mismos, depositaron en el Movimiento sus sueños de revolución sin pensar que el PJ jamás se propuso tamaña empresa, siguiendo por arribistas de toda laya que su máxima aspiración detrás de la verborrea refundante solo fue escalar en la nomenklatura a título personal (cuyo símbolo mas acabado es un triste borrachín de módica escritura que no dejó programa de radio y tv afín al gobierno sin recorrer y ahora es un patético opositor con delirios místicos a la espera del contrato salvador en los medios de la AEA) y terminando por los integrantes de lo que genéricamente podríamos denominar la izquierda peronista que no terminan de digerir (o esconden en el fondo del alma) que pertenecen a un partido que pasó por la experiencia neo-con Menem, con el apoyo entusiasta de los más y el silencio –cómplice- de los menos. Viene a cuenta rememorar esto último porque no existe en la historia mundial un partido político que pase por una experiencia así sin cambiar sus postulados para siempre; de la justicia social a la destrucción del Estado de Bienestar, de la soberanía política al alineamiento sin fisuras con el Imperio, de la independencia económica a entregarla a los pies del FMI y el Banco Mundial. El PRI mexicano –primo hermano del PJ- es un buen ejemplo de lo mencionado, desde el pionero Salinas de Gortari hasta acá. Como lo de la derecha peronista era bien predecible –sólo una gran cuota religiosa y anti-cartesiana pudo generar alucinaciones como llamar “compañeros” a Hugo Moyano e Hijos SA- me detendré en el resto.
Los “izquierdistas” viven pasando por distintas experiencias políticas a la espera del milagro pero sin pringarse con las contradicciones del poder y la gestión; soñadores eternos de un país imaginario no aceptan que a la guerra no se puede ir con un cuchillo de palo. Así todo pasaría por una cuestión de voluntad: La nacionalización de la banca y el comercio exterior o la recreación de la Junta Nacional de Granos es solo una firma en un expediente más, únicamente demorada por algún burócrata enquistado. La lucha contra las corporaciones especuladoras tendría su final feliz simplemente con un ardoroso discurso presidencial. ¿Qué el final feliz solo podría venir con la lisa y llana expropiación de los expropiadores? El amigo “izquierdista” en el fondo de corazón no cree que haga falta; el clima de época, el deseo o el simple enunciado hará que la AEA y sus satélites firmen la rendición incondicional sin pelear; y si hiciese falta otra cosa ahí estarán sus imaginarias masas concientizadas que están en sus casas a la espera del llamamiento a la rebelión. Gran problema: la clase obrera –después de décadas de derrotas y colonizadas por el pensamiento del Amo- no solamente está a años luz de ser una clase para sí sino que ¡horror! está avergonzada de pertenecer a la misma; por eso es tan nefasto el apriorismo del concepto “pueblo”, presupone algo que no existe (hoy). La reconstrucción del campo popular -y de la clase-es una tarea larga, prolongada en el tiempo, paciente, intensa, de avances exasperantemente mínimos la mayoría de las veces; es ni más ni menos como bien comenta Eric Hobsbawn acerca del pensamiento de Gramsci:
Gran parte de la política de izquierdas incluso hoy en día -y quizá especialmente hoy- se basa así mismo y por razones similares no en la clase obrera real con su organización de masas, sino en una clase trabajadora nominal, en una especie de visión externa de la clase trabajadora o de cualquier grupo susceptible de ser movilizado. La originalidad de Gramsci es que él era un revolucionario que nunca sucumbió a esa tentación. La clase obrera organizada tal como es, y no como en teoría debería ser, fue la base de su análisis y estrategia (…) Se podría argüir que para Gramsci lo que constituye la base del socialismo no es la socialización en sentido económico -es decir, la economía socialmente poseída y planificada (aunque ésta es obviamente su base y su marco)- sino la socialización en sentido político y sociológico, es decir, lo que se ha denominado proceso de formación de hábitos en el hombre colectivo, que hará que el comportamiento social sea automático y eliminará la necesidad de un aparato externo que imponga normas (…)
Lo nuevo en Gramsci es la observación de que incluso la hegemonía burguesa no es automática sino lograda a través de la acción y organización política conscientes (…) Una clase ha de trascender lo que Gramsci denomina organización «económico-corporativa» para llegar a ser políticamente hegemónica; y esta es, a propósito, la razón por la que incluso el sindicalismo más militante sigue siendo una parte secundaria de la sociedad capitalista. De ello se desprende que la distinción entre clases «dominantes» o «hegemónicas» y «secundarias» es fundamental. Porque el principal problema de la revolución es cómo convertir en hegemónica una clase hasta entonces secundaria, que crea en sí misma como una potencial clase dirigente y sea creíble como tal para las demás clases.
Pero como todo esto es mucho trabajo y exige grandes dosis de entrega se deposita en otros la tarea; y esos otros clara y explícitamente no quieren hacer la revolución socialista. Entonces, surge primero la duda, luego el desencanto -pariente también directo de cierto espíritu mágico religioso, nadie se desencanta de algo concreto y palpable- y por último la crítica agria y el pase a la espera del siguiente Mesías. Lo siento señor@s: Para (hoy) aplicar ciertos cambios de fondo e inmediatos en nuestro país haría falta una Revolución, y sangrienta ¿Están dispuestos? ¿Creen que “las masas” saldrán en tropel a apoyar? ¿Creen que la oligarquía y el imperialismo no van a reaccionar? ¿Desdeñan tanto al enemigo? ¿Son un tigre de papel? ¿Sobrevaloran tanto las propias fuerzas?. Y lo peor de todo no es lo estrambótico y criminal de la “guerra” sin medir correlaciones de clases y de fuerzas sino que los amigos se ponen insistentemente por fuera de la misma, como observadores críticos, reservándose el papel de sumos sacerdotes de la pureza de lo accionado. Es más, como ya se mencionó anteriormente ni creen que eso sería un escenario más que probable, con llevar la petición prolijamente escrita al Ministerio de Interior alcanzaría.
Propongamos un programa de mínima, simplemente recurriendo a nuestra rica historia; esto lo firmaríamos todos, son los diez puntos del programa de Huerta Grande de junio de 1962:
  1. Nacionalizar los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado.
  2. Implantar el control estatal sobre el comercio exterior.
  3. Nacionalizar los sector claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas.
  4. Prohibir toda exportación directa e indirecta de capitales.
  5. Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo.
  6. Prohibir toda exportación competitiva con nuestra producción.
  7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación.
  8. Implantar el control obrero sobre la producción.
  9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales.
  10. Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción.
¿Lindo, verdad? Bueno, HOY ese programa (que posibilitaría construir casas para todos, mantener a raya a los especuladores, recrear en serio el Estado de Bienestar, terminar con la sojización y la degradación del suelo, etc.) implica lo mencionado anteriormente, una guerra frontal y directa contra las clases dominantes y el extremo consenso ideológico logrado entre las clases medias y aún entre la clase obrera. Y no hay masa crítica para eso, lamento por el que cree que sí, obviando cualquier tipo de análisis más o menos serio. Y para finalizar con el realismo mágico tan argentino creen que aún así podrían seguir disfrutando de sus privilegios de clase.
Este gobierno con sus luces y sus inexplicables claroscuros de esconderse y ponerse a la defensiva –como ahora- solo quiso recrear el mito de la Comunidad Organizada, que únicamente pudo funcionar en un lejano contexto histórico de nuestra historia; el que quiso ver otra cosa estará condenado a ser esclavo de sus wishful thinking. Pero también vale la pena aclarar: Después de esto lo que viene es el revanchismo de clase, el desmonte otra vez, ladrillo a ladrillo sin pausa, de lo mínimamente conseguido; recreado el Capital asumirán sus mandos naturales, con lo que implica. No hay Palacio de Invierno a la vista ni se lo intuye disponible.
 
 

Engels, como Marx, defiende, desde el punto de vista del proletariado y de la revolución proletaria, el centralismo democrático, la república única e indivisa. Considera la república federativa, bien como excepción y como obstáculo para el desarrollo, o bien como transición de la monarquía a la república centralizada, como «un paso adelante» en determinadas circunstancias especiales. Y entre esas circunstancias especiales se destaca la cuestión nacional... Hasta en Inglaterra, donde las condiciones geográficas, la comunidad de idioma y la historia de muchos siglos parece que debían haber «liquidado» la cuestión nacional en las distintas pequeñas divisiones territoriales del país, incluso aquí tiene en cuenta Engels el hecho evidente de que la cuestión nacional no ha sido superada aún, razón por la cual reconoce que la república federativa representa «un paso adelante». Se sobreentiende que en esto no hay ni sombra de renuncia a la crítica de los defectos de la república federativa, ni a la propaganda, ni a la lucha más decididas en pro de una república unitaria, de una república democrática centralizada.

Lenin
El Estado y la Revolución

El «socialismo municipal» es un socialismo limitado a los problemas de la administración local. Lo que se sale del marco de los intereses locales, del marco de las funciones de la administración estatal, es decir, todo cuanto afecta a las fuentes principales de ingreso de las clases dirigentes y a los medios fundamentales de asegurar su dominio, todo cuanto afecta no a la administración del Estado, sino a la estructura del Estado, se sale, por lo mismo, de la esfera del «socialismo municipal» (…) La municipalización no amplía ni agudiza la lucha de clases, sino que, por el contrario, la amortigua. La amortigua porque admite el democratismo local paralelamente a un democratismo incompleto del centro. La amortigua también con la idea del «socialismo municipal», pues éste sólo es concebible en la sociedad burguesa al margen del camino real de la lucha, sólo en los asuntos menudos, locales, sin importancia, en los que hasta la burguesía puede ceder, puede transigir, sin perder la posibilidad de conservar su dominación como clase.

Lenin
El programa agrario de la socialdemocracia en la primera revolución rusa de 1905-1907

El narcotráfico es un problema del Estado Nacional, porque por sus rutas se transportan las sustancias prohibidas por las autoridades sanitarias, dijo no hace mucho un triste y solitario posible candidato a presidente por un partido que en clave de broma o sorna se autodenomina socialista, sacándose de encima la responsabilidad.

El gobierno de la ciudad que nunca debió ser autónoma ideó un sistema de inscripción para las escuelas públicas que está dejando sin vacantes a miles de pibes; no fue incompetencia sino un plan perfectamente ideado para que esos molestos se pasen de una vez a la escuela-negocio privada y no jodan el presupuesto.

En ex participante del golpe de estado policial contra Ricardo Obregón Cano, hoy reconvertido en gobernador de una provincia que supo ser cuna del clasismo, agita la bandera del “cordobesismo”, como si se refiriese a una república autónoma que solo con fastidio y a regañadientes forma parte de la Argentina.

Otros colegas feudales, en la misma sintonía, agitan sus derechos exclusivos sobre la riqueza del subsuelo e inflamados de la falsaria y decimonónica verba rojo punzó firman acuerdos con multinacionales que los quintuplican en poder y lobby pero ante el menor problema le tiran encima sus cuitas al poder central. No cobran tributos al Capital –lo que es decir a su clase- total siempre se tiene a mano el comodín de “la injusta distribución de la coparticipación federal”.

La “gente”, que proclama diálogo pero adora a los gobiernos fuertes siempre que sean W.A.S.P. (¿qué otra cosa fue el gobierno peronista de Carlos Menem?) pasa por alto minucias como diputados truchos o el remate a precio vil de las joyas de la abuela siempre y cuando defiendan sus valores devaluados pero con las eses bien pronunciadas; el constitucionalismo de la conveniencia, siempre clasista.

Si todo es responsabilidad del poder central mejor empezar a hablar de ciertas cosas.

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