Ilusiones, inmediatismo y frustración

"En la fábrica producimos perfumes; en la perfumería vendemos ilusiones"

Charles Revson, fundador de Revlon

Hagamos el siguiente ejercicio: Tomemos diez personas y presentémosle el siguiente cuestionario:

1- Ud. puede optar por vivir en un país con dos tipos de regímenes; en uno de ellos el Estado le garantizará trabajo de por vida, una vivienda digna (sin lujos), 8 horas estrictas y no más de Lunes a Viernes, tiempo libre para el ocio creativo o no, para hacer deportes, educación pública gratuita y de calidad, salud ídem, 30 días de vacaciones anuales pagas, centros de veraneo en el país al alcance de todos, guarderías donde sus hijos queden a cargo de personal idóneo mientras trabaja y transporte público confortable, económico y con frecuencias respetadas a rajatabla y en todos los horarios. Y no tendría diferencias ni privilegios con respecto a otros.

2- O puede optar por otro donde nada de eso le sea garantizado pero si se esfuerza, es inteligente y le quita horas a su sueño podría tener una casa lujosa con servidumbre y en la mejor ubicación, dos automóviles, vacaciones en cualquier lugar del mundo (tanto como le permitan sus finanzas), centros de salud exclusivos, colegios donde se forjan los triunfadores del mañana, todas las noches podría optar por no cocinar porque para eso estarían los restaurantes que su ingreso le permitiría visitar y frecuentar clubes donde se encontraría con sus amigos, todos tan inteligentes como usted y esforzados hacedores de su propio destino. En caso de pérdida de su trabajo no se preocupe: Habrá acumulado tanto capital como para poder estar unos meses buscándolo pero en realidad su capacidad haría que encuentre otro enseguida, por eso el Estado no tendría necesidad de protegerlo. Nadie le impedirá desarrollar su natural creatividad, las cosas saldrán bien solo con que Ud. se lo proponga.

No se ilusione: Sin distingos de clase, tanto el desocupado, como el trabajador precarizado, como el trabajador en blanco, como el ejecutivo de una multinacional optaría por la opción 2, en una proporción de 9 sobre 10 casos.

El capitalismo está demostrando que ni siquiera funciona en los países centrales, donde la brecha entre ricos y pobres no deja de crecer; sin embargo la historia demuestra que es genialmente creativo renovándose y creando consenso, aún entre sus víctimas. A diferencia de lo que piensa la izquierda vulgar no es el aparato represivo del Estado (que sí, de última existe para ser utilizado) la ultima ratio que mantiene el status quo sino el triunfo de sus ideas en la mente y los corazones de las mayorías, que obviamente están bien lejos del festín de los pocos. ¿Quienes consumen revistas como Hola o Caras? No precisamente los retratados en ellas sino mas bien la chica que en un barrio de la periferia aborda el colectivo llenísimo todos los días a las 6 AM, soñando con la vida de la nueva princesa encantada de turno que destilan sus páginas brillosas. ¿Si a ella le tocó, porqué a mi no?.

Entonces se esforzará como le dicen que haga y tal vez logre estudiar y tal vez acceda a un pequeño automóvil a crédito y tal vez se compre alguna ropa de marca y tal vez…hasta que un día descubre que sí, que objetivamente mejoró pero que no está alcanzando todos esos bienes que distinguen al triunfador. Y entonces empezará a crecer el rencor, principalmente contra ese gobierno que le permitió salir del colectivo repleto y que pasa cuándo quiere. Su vida pasada es un recuerdo a pisotear y tirar en el desván de los malos recuerdos: “Ahora quiero más, más, todo, ya, no dependo de nadie, me hice a mi misma”. De nada servirá explicarle que sin condiciones objetivas las mejores intenciones naufragan en la nada, que el esfuerzo en el desierto no produce agua. Desclasada, mirando a sus padres como lo que no quiere ser, la angustia del consumo perenne corroe sus días; entonces se vuelve en contra de ese Estado que le dio la oportunidad de crecer porque destina fondos a otros que no hicieron nada por si mismos. Sus objetos de deseo pregonan machaconamente desde los medios de comunicación que los dejen ganar mucho así el dinero se derrama hacia abajo, pero el pérfido poder insiste en desviar el maná hacia esos que ayer nomás fueron compañeros de desgracia pero de los que ni quiere guardar ni siquiera una foto en sepia.

Y ese es el punto donde nos encontramos con la prédica del capitalismo con rostro humano porque nada más lejos de la humanidad que un sistema donde para poder “ganar” necesariamente otros deben perder. No voy a citar cosas conocidas como que si todo el planeta tierra tuviera un nivel de consumo como el del Imperio la Humanidad terminaría ahogada por la súper producción de los gases causantes del efecto invernadero o muerta por una epidemia feroz de peste bubónica en las millones de toneladas de basura que no tendrían sitio donde ser recicladas y/o enterradas, podemos ir a algo mucho más palpable y cercano: Desde hace tiempo el gobierno se vanagloria acerca de los índices siempre en ascenso de la producción de automóviles; desde ya que nadie podría estar en contra de la generación de puestos de trabajo pero se minimizan sus efectos: ciudades al borde del colapso, un gasto increíblemente suntuario por el uso de un recurso no renovable y vital como el petróleo. Y esto dejó de ser patrimonio de la CABA, cualquier localidad importante del Conurbano sufre de los mismos efectos. En vez de desalentar el uso del individualista automóvil con medios de transporte públicos, económicos y eficientes se los han menospreciado hasta el punto de la tragedia.

Entonces, como el capitalismo es siempre tener más, no es de extrañar que los primigenios apoyos de un gobierno se transformen en sus más feroces detractores al no poder cumplir con el destino dorado que implícitamente lleva. Y no hay ninguna fuerza política que explique estas cosas, ni siquiera esa supuesta izquierda que deja todo supeditado a una insurrección espontánea de las mentes y los corazones, otro cuento de hadas que no resiste ni una línea de compasión, porque de hecho suponen que tarde o temprano llegará y en consecuencia no se ven con la necesidad de crear consenso y sentido común, algo que si entienden muy bien las clases dominantes, que lo crean todo el tiempo. El kirchnerismo en tanto versión “humana” del capitalismo está creando a sus propios enterradores, que no son los obreros como dijo Marx (obreros que por otra parte su máxima aspiración es ser patrones) sino esa clase media emergente que no logra conectar (ni desde la militancia se hace mucho para concientizar, hijos ellos también del mismo grupo social y que no van a romper la escalera por la que aspiran a ascender) que su actual condición tiene, claro que sí, parte de su esfuerzo individual pero también –y quizás en mayor medida- las condiciones externas aptas para su despliegue. Si culturalmente no se puede romper este círculo estamos en problemas.

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