Jean-Loup Amselle
P- ¿Cree usted que asistimos a un aumento de las reivindicaciones identitarias?

R - Yo creo que asistimos a un doble fenómeno de reivindicación identitaria. Como muestro en mi libro, vemos reivindicaciones simétricas; por una parte, crecen las reivindicaciones minoritarias por parte de los grupos que se sienten discriminados, oprimidos, marginados: los “negros”, los “mestizos”, pero igualmente toda la movida LGBT, e incluso, ahora, los disminuidos con necesidades especiales. En conjunto, asistimos a un fenómeno de captación de esas reivindicaciones por los que yo llamo “empresarios de etnicidad y de memoria”. Hablan en nombre de esos grupos, constituidos por ellos mismos y de los que se proclaman portavoces, a fin de monopolizar en beneficio propio unas reivindicaciones inicialmente poco articuladas y muy dispersas. En efecto, ya se trate de categorías étnicas o de fenómenos de “género”, los “miembros” de esos grupos no se proclaman permanentemente como parte de ellos. Un “negro” o un “mestizo” no se define constantemente como tal. La identidad es múltiple, está en función del contexto de interlocución, de tal o cual persona con la que dialogas. A la inversa, las reivindicaciones monopolizadas por esos empresarios de etnicidad y de memoria encierran a los actores sociales en mono identidades (…) el discurso público está literalmente infestado por el culturalismo, con una tendencia al a distribución identitaria que me parece muy dañina.

P - ¿Por qué se han multiplicado estas reivindicaciones minoritarias en estos últimos tiempos?

R - Esto va ligado al declive de lo social. Ese declive junto con el del universalismo es continuo desde 1968. Es un fenómeno lento, que procede también de la descalificación del prisma analítico del marxismo, habida cuenta de la difamación sufrida por el marxismo como intrínsecamente vinculado al totalitarismo. Esa difamación del marxismo ha facilitado, en la coyuntura postsesantaiochesca, postmoderna, postcolonial, la substitución de un análisis en términos horizontales y de clases por una manera de cortar la sociedad en capas y rebanadas fragmentarias, lo que yo llamo las “entalladuras verticales”. Esta temática de los “fragmentos”, de la multitud, ha sido notoriamente formalizada por Toni Negri, pero también por toda la corriente conocida internacionalmente como French Theory. Esas identidades verticales (negro, mestizo, LGTB) se ven como más “glamorosas” que las identidades horizontales de clase. Esa izquierda gafa pasta, “etno eco bobalicona” preferirá, pues, las capas urbanas, los jóvenes, las minorías, etc.

P - A pesar de todo, esos “empresarios de etnicidad y de memoria” a que usted se refiere, ¿no tienen su utilidad? Las discriminaciones existen, y de qué manera...

R - Desde luego. A menudo se me contesta con este argumento. Pero yo no niego eso, en absoluto. ¡Claro que existen las discriminaciones! ¿Pero qué hay que poner en el primer plano? ¿Esas discriminaciones o la cuestión social? En lo que a mí hace, creo que la “discriminación positiva” esa incierta traducción de la affirmative action norteamericana es una tontería. Lo fundamental, a escala mundial, y particularmente en los países desarrollados, es el crecimiento de las desigualdades. Las discriminaciones distan por mucho de ser un fenómeno irrelevante, pero yo las veo como un fenómeno en segundo plano, al que se pone en primer plano para enmascarar las crecientes desigualdades de ingresos en los países desarrollados. La discriminación positiva, que buscar mitigar esas discriminaciones, resulta, por lo demás, perfectamente compatible con la economía liberal. Por otra parte, todo eso va de la mano del auge de fenómenos de marketing étnico. Ya se sabe, el mercado no se dirige a individuos atomizados, sino a categorías de clientelas. Las empresas saben muy bien que hay que segmentar el mercado. Así han logrado crear un mercado de cosméticos para negros, un mercado hallal para los musulmanes, un mercado dirigido a los gays, etc.

P - ¿De verdad cree usted que eliminando las desigualdades económicas desaparecerían las discriminaciones?

R - No. Yo no he dicho tal cosa. Lo repito: el racismo y las discriminaciones existen. Los negros y los mestizos tienen prohibida la entrada en ciertas salas de fiestas, nadie lo niega... Simplemente, lo que hay que hacer es luchar contra el racismo, contra quienes discriminan. Y eso no se hace buscando promover la supuesta “identidad” de los “grupos” constituidos.

P - ¿Qué replica usted a quienes consideran que el racismo vendría de arriba, que sería insuflado en el pueblo por las elites?

R - No estoy en absoluto de acuerdo con eso. ¿De qué elites estamos hablando? Si se habla de la elite política, se puede, en efecto, constatar la radicalización de la derecha, notoriamente con Nicolas Sarkozy. Pero esa derechización ha sido posible por varios factores. Por lo pronto, por el alejamiento del recuerdo de la II Guerra Mundial y el hecho de que el gaullismo haya dejado de existir. Luego, porque el descrédito lanzado sobre el comunismo y el marxismo ha privado a
la izquierda de su papel de verdadero contramodelo. En lo que hace a la izquierda multicultural y postcolonial, hay que decir que alimenta el fenómeno (…) Lo que una vez más demuestra la urgencia de alejarse de los planteamientos “societales” y regresar a lo social. Es preciso adaptarlo, pero hay que rehabilitar el marxismo. Eso, por una parte. Por otra, hay que recuperar el hilo republicano universalista.


Un extracto de “Hay que alejarse de planteamientos etnicistas y volver a la lucha de clases”
Entrevista a Jean-Loup Amselle, antropólogo africanista marxista

Ilusiones, inmediatismo y frustración

"En la fábrica producimos perfumes; en la perfumería vendemos ilusiones"

Charles Revson, fundador de Revlon

Hagamos el siguiente ejercicio: Tomemos diez personas y presentémosle el siguiente cuestionario:

1- Ud. puede optar por vivir en un país con dos tipos de regímenes; en uno de ellos el Estado le garantizará trabajo de por vida, una vivienda digna (sin lujos), 8 horas estrictas y no más de Lunes a Viernes, tiempo libre para el ocio creativo o no, para hacer deportes, educación pública gratuita y de calidad, salud ídem, 30 días de vacaciones anuales pagas, centros de veraneo en el país al alcance de todos, guarderías donde sus hijos queden a cargo de personal idóneo mientras trabaja y transporte público confortable, económico y con frecuencias respetadas a rajatabla y en todos los horarios. Y no tendría diferencias ni privilegios con respecto a otros.

2- O puede optar por otro donde nada de eso le sea garantizado pero si se esfuerza, es inteligente y le quita horas a su sueño podría tener una casa lujosa con servidumbre y en la mejor ubicación, dos automóviles, vacaciones en cualquier lugar del mundo (tanto como le permitan sus finanzas), centros de salud exclusivos, colegios donde se forjan los triunfadores del mañana, todas las noches podría optar por no cocinar porque para eso estarían los restaurantes que su ingreso le permitiría visitar y frecuentar clubes donde se encontraría con sus amigos, todos tan inteligentes como usted y esforzados hacedores de su propio destino. En caso de pérdida de su trabajo no se preocupe: Habrá acumulado tanto capital como para poder estar unos meses buscándolo pero en realidad su capacidad haría que encuentre otro enseguida, por eso el Estado no tendría necesidad de protegerlo. Nadie le impedirá desarrollar su natural creatividad, las cosas saldrán bien solo con que Ud. se lo proponga.

No se ilusione: Sin distingos de clase, tanto el desocupado, como el trabajador precarizado, como el trabajador en blanco, como el ejecutivo de una multinacional optaría por la opción 2, en una proporción de 9 sobre 10 casos.

El capitalismo está demostrando que ni siquiera funciona en los países centrales, donde la brecha entre ricos y pobres no deja de crecer; sin embargo la historia demuestra que es genialmente creativo renovándose y creando consenso, aún entre sus víctimas. A diferencia de lo que piensa la izquierda vulgar no es el aparato represivo del Estado (que sí, de última existe para ser utilizado) la ultima ratio que mantiene el status quo sino el triunfo de sus ideas en la mente y los corazones de las mayorías, que obviamente están bien lejos del festín de los pocos. ¿Quienes consumen revistas como Hola o Caras? No precisamente los retratados en ellas sino mas bien la chica que en un barrio de la periferia aborda el colectivo llenísimo todos los días a las 6 AM, soñando con la vida de la nueva princesa encantada de turno que destilan sus páginas brillosas. ¿Si a ella le tocó, porqué a mi no?.

Entonces se esforzará como le dicen que haga y tal vez logre estudiar y tal vez acceda a un pequeño automóvil a crédito y tal vez se compre alguna ropa de marca y tal vez…hasta que un día descubre que sí, que objetivamente mejoró pero que no está alcanzando todos esos bienes que distinguen al triunfador. Y entonces empezará a crecer el rencor, principalmente contra ese gobierno que le permitió salir del colectivo repleto y que pasa cuándo quiere. Su vida pasada es un recuerdo a pisotear y tirar en el desván de los malos recuerdos: “Ahora quiero más, más, todo, ya, no dependo de nadie, me hice a mi misma”. De nada servirá explicarle que sin condiciones objetivas las mejores intenciones naufragan en la nada, que el esfuerzo en el desierto no produce agua. Desclasada, mirando a sus padres como lo que no quiere ser, la angustia del consumo perenne corroe sus días; entonces se vuelve en contra de ese Estado que le dio la oportunidad de crecer porque destina fondos a otros que no hicieron nada por si mismos. Sus objetos de deseo pregonan machaconamente desde los medios de comunicación que los dejen ganar mucho así el dinero se derrama hacia abajo, pero el pérfido poder insiste en desviar el maná hacia esos que ayer nomás fueron compañeros de desgracia pero de los que ni quiere guardar ni siquiera una foto en sepia.

Y ese es el punto donde nos encontramos con la prédica del capitalismo con rostro humano porque nada más lejos de la humanidad que un sistema donde para poder “ganar” necesariamente otros deben perder. No voy a citar cosas conocidas como que si todo el planeta tierra tuviera un nivel de consumo como el del Imperio la Humanidad terminaría ahogada por la súper producción de los gases causantes del efecto invernadero o muerta por una epidemia feroz de peste bubónica en las millones de toneladas de basura que no tendrían sitio donde ser recicladas y/o enterradas, podemos ir a algo mucho más palpable y cercano: Desde hace tiempo el gobierno se vanagloria acerca de los índices siempre en ascenso de la producción de automóviles; desde ya que nadie podría estar en contra de la generación de puestos de trabajo pero se minimizan sus efectos: ciudades al borde del colapso, un gasto increíblemente suntuario por el uso de un recurso no renovable y vital como el petróleo. Y esto dejó de ser patrimonio de la CABA, cualquier localidad importante del Conurbano sufre de los mismos efectos. En vez de desalentar el uso del individualista automóvil con medios de transporte públicos, económicos y eficientes se los han menospreciado hasta el punto de la tragedia.

Entonces, como el capitalismo es siempre tener más, no es de extrañar que los primigenios apoyos de un gobierno se transformen en sus más feroces detractores al no poder cumplir con el destino dorado que implícitamente lleva. Y no hay ninguna fuerza política que explique estas cosas, ni siquiera esa supuesta izquierda que deja todo supeditado a una insurrección espontánea de las mentes y los corazones, otro cuento de hadas que no resiste ni una línea de compasión, porque de hecho suponen que tarde o temprano llegará y en consecuencia no se ven con la necesidad de crear consenso y sentido común, algo que si entienden muy bien las clases dominantes, que lo crean todo el tiempo. El kirchnerismo en tanto versión “humana” del capitalismo está creando a sus propios enterradores, que no son los obreros como dijo Marx (obreros que por otra parte su máxima aspiración es ser patrones) sino esa clase media emergente que no logra conectar (ni desde la militancia se hace mucho para concientizar, hijos ellos también del mismo grupo social y que no van a romper la escalera por la que aspiran a ascender) que su actual condición tiene, claro que sí, parte de su esfuerzo individual pero también –y quizás en mayor medida- las condiciones externas aptas para su despliegue. Si culturalmente no se puede romper este círculo estamos en problemas.

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