Paraguay, apuntes dispersos

Este post nació el domingo 21/04/2013 -día de la última elección presidencial en Paraguay que terminó consagrando al empresario Horacio Cartés, candidato por el Partido Colorado- en Twitter, mientras trataba de contar un poco ciertas cosas de nuestro país hermano, del que se conoce muy poco a pesar que nuestro suelo alberga a la comunidad de paraguayos más numerosa de todo el mundo y por lejos. También me vino a la mente una cosa que me dijo un viejo militante allá a principios de los ‘80: “Vos leíste mucho de las experiencias revolucionarias como la cubana o vietnamita pero poco de los procesos históricos de nuestra Patria Grande; la cuestión nacional pibe ¿No leíste a Gramsci?”.
Desde ese día le hice caso.

Dedicado a mi madre, la campesina paraguaya que encontró en Argentina su hogar y su natural redención en Perón y Evita.

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Mi primera visita a la tierra de mi madre fue cuando tenia 18 años, plena dictadura acá plena dictadura allá; en realidad la segunda pero la otra no cuenta porque era un bebé de meses. Toda mi familia más directamente vinculada son paraguayos de origen campesino pero también tengo familiares pertenecientes a la burguesía, colorados todos por opción o conveniencia. El concepto de familia es muy diferente en Paraguay, cuando me presentaban a otras personas decían (y dicen aún hoy) “es el nieto de tía Rosa”, pasaporte infalible que me legaba una inmensa cantidad de primos; averiguando un poco esos primos lo eran casi de refilón, te decían “yo soy el nieto del sobrino del padre del hermano de tía Rosa”. Pero en el trato para ellos soy tan primo como si hubiésemos crecido en el mismo pueblo.

En esa primera visita me tocó ir a Encarnación donde todavía vive uno de mis primos, odontólogo de profesión (la parte pudiente). Subsiste en Paraguay un respeto reverencial a la palabra “doctor” (o ingeniero, o arquitecto, siempre el nombre debe ir precedido del título universitario so pena de ser mal mirado), es difícil de explicar para el que nunca fue por allí porque es más que respeto, es una frontera que marca una separación densa y tajante en las relaciones humanas, como castas hindúes. Una tarde lo acompañe a comprar leña por la ruta que se había inaugurado hacía poco tiempo que une Encarnación con la ciudad en ese momento llamada Puerto Stroessner, hoy Ciudad del Este; a los pocos kilómetros paramos delante de una casucha misérrima de donde salió el dueño con su esposa y como 6 chiquitos, todos en patas (y no por gusto) y vestidos casi con harapos, el hombre se mal ganaba la vida hachando raquíticos árboles. Como dije al principio yo era apenas un muchachito que recién empezaba a tener ciertas inclinaciones ideológicas, todavía muy confusas y en búsqueda y ver eso fue como una especie de shock, mi primer contacto con la pobreza extrema, pero lo que más me llamó la atención es que el hombre no nos miraba a los ojos. Mi primo cargó tres enormes atados de leña en su rural Peugeot 504 (todo un lujo, francesa, por acá ni se conocía) y pagó algo así como $ 20 de los de hoy; en un momento le pregunto medio balbuceante (y tontamente) al hachero: “¿Pero Ud. como puede vivir así? No puede cobrar tan barato”, la respuesta fue algo así como “y bueno”.

Años después -con más lecturas y experiencia de vida- entendí toda la escena, en especial el no mirar a los ojos. El “inferior” suele tomar esa actitud con quién considera superior y eso sigue inalterable hasta el presente en Paraguay, país que en muchas cosas aún no entró siquiera en el capitalismo. La resignación la impuso a sangre y fuego 35 años de dictadura colorada.

Paraguay fue arrasado durante la Guerra de la Triple Infamia, un auténtico genocidio ocultado celosamente por los triunfadores. Al menos acá hemos tenido escritores revisionistas como José María Rosa que ardorosamente se preocuparon por escribir la otra historia (la verdadera historia) de un Paraguay pujante, con el primer alto horno de fundición de toda América Latina, el primer ferrocarril, que se auto-abastecía y protegía a su industria, algo intolerable para la corona británica que forzó la guerra. En Brasil directamente está prohibido por ley que en las escuelas se mencione aunque sea algún matiz que no concuerde con el discurso eternamente imperialista de Itamaraty; acá sabemos que Mitre –aparte de haber sido un cipayo genocida de pueblos originarios y genocida en Paraguay- fue un pésimo conductor militar. ¡En veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción! dijo. La guerra tan valiente de tres ejércitos contra uno duró casi seis años.

El famoso machismo paraguayo hunde sus raíces en el genocidio y es inentendible sin esa referencia histórica: se calcula que no más de 300 varones adultos quedaron vivos, la mayoría viejos; lógicamente tuvieron que ocupar el rol de padrillos inseminadores. Uno de los tíos de mi madre tuvo 30 hijos con 7 mujeres diferentes y en simultáneo; términos tales como monogamia, infidelidad o separación eran obviamente exotismos de otra galaxia en una población que quedó al borde de la desaparición biológica. Hasta nuestros días hay bastantes más mujeres que hombres y quedó la huella socialmente tolerada -aún por muchas féminas- que el hombre tenga más de una mujer.

Como si la Guerra de la Triple Infamia no hubiese bastado décadas después le fue impuesto a los ejércitos harapientos de Paraguay y Bolivia otra contienda absurda fogoneada por la Exxon y Shell: La Guerra del Chaco. Y todavía hoy debemos leer a canallas como Toni Negri y Michael Hardt negar el imperialismo made in USA.

Paraguay fue convertido por el Imperio en su portaaviones terrestre en América Latina para vigilar principalmente a sus peligrosos vecinos: Brasil y Argentina, no por casualidad su capital fue la sede del siniestro Plan Cóndor. Asunción –casi un pueblo comparado con la CABA- tiene el dudoso honor de tener una embajada norteamericana absolutamente desproporcionada con el tamaño de la ciudad, es enorme. Solo con ver esa terrible mole se entienden muchas cosas.

La izquierda paraguaya fue prolija y metódicamente exterminada durante los 35 años de dictadura colorada, una guerra de baja intensidad de la cual jamás se investigó nada. Cuerpos tirados en el monte, fosas comunes, todo eso se comenta en voz baja y en un círculo pequeño de familiares directamente afectados y ni siquiera en democracia –de bajísima intensidad pero democracia al fin- alguna vez se pudo organizar algo al respecto;el miedo inoculado parece perenne. Paraguay –exceptuando al paranoico USA- debe ser el único país en el mundo donde la Guerra Fría aún no terminó:  cualquier protesta social, por módica que sea, es calificada inmediatamente de “conspiración comunista” y tratada acordemente. El drama paraguayo jamás trascendió sus fronteras porque prácticamente no hubo movimientos insurgentes que alcanzaran algún grado de desarrollo, todos los intentos fueron arrasados en la cuna.

Es común entre las clases alta y media-alta (y que ha inficionado hasta a las subalternas) calificar alguna acción de la vida diaria que se considera no adecuada con el mote de “pareces de la campaña” (campesino). El racismo ha llegado hasta tal punto que muchos jóvenes se niegan a hablar en guaraní por ser el idioma de los pobres. Y eso que por ley es tan lengua oficial como el castellano y se enseña en las escuelas; una vez le pregunté a una de mis tantas primas ¿Cómo que no sabés hablar en guaraní? ¿Y cómo hacías en la escuela? – “Estudiaba de memoria” fue la respuesta.

En todo el cancionero paraguayo no se mezquinan loas y odas al “alma guaraní” y también se inflan el pecho con esa identidad las clases dominantes. Mientras tanto los guaraníes originarios viven en auténticos bantustanes, atontados con caña y en condiciones infrahumanas.

Fue política explícita de la dictadura stroessnerista-colorada no tener industrias, la industria trae los sindicatos, los sindicatos traen los reclamos y los reclamos traen el comunismo. Un ejemplo patético del subdesarrollo impuesto: El mango –una fruta deliciosa de clima tropical- crece en Paraguay tan fácil como un yuyo; los jugos en polvo y/o para diluir se hacen en… Chile.

Argentina tiene una fuerte influencia cultural y social en Paraguay; el programa de Tinelli es tan o más visto que acá, por poner un solo ejemplo pero a su vez los “curepas” somos resistidos; caso curioso porque quién verdadera y decididamente ocupa el rol protagónico en su economía y su historia es Brasil. Y no un rol de hermanos, sino como auténtica potencia imperial que les extrae hasta la última gota de riqueza posible; mucho Lula, mucho Dilma, mucho PT, pero Itamaraty no sabe de izquierdismos ni de hermandades latinoamericanas (algún día se hablará de la plena vigencia del sub-imperialismo brasileño). Es tal el nivel de influencia brasileña y la curiosa glorificación de la misma que los pibes cuando juegan al PES en la Playstation suelen elegir como su equipo a Brasil, ni siquiera a su propia selección nacional. Los hijos de la burguesía que quieren sacar más chapa que otros van a estudiar a Brasil, en especial a Curitiba; los menos pudientes vienen a la Argentina y las universidades paraguayas casi que se consideran que están destinadas a la grasada.

En las zonas de frontera no existe ni siquiera el portuñol, directamente se habla en portugués. Me ha tocado presenciar como muchos de sus habitantes tienen serias dificultades para expresarse en castellano; la radio y TV (de frecuencias potentísimas y que tapan a las emisoras locales) son todas provenientes de Brasil

A diferencia de Argentina durante el gobierno de Perón, Brasil jamás le devolvió a Paraguay los trofeos de guerra; Lula quiso hacerlo y se encontró con la cerrada negativa de sus Fuerzas Armadas (oh la glorificada democracia brasileña). El acuerdo binacional por la represa de Itaipú es un auténtico Estatuto del Coloniaje: En uno de sus puntos se menciona que Brasil, por causas de “seguridad nacional” (es decir, cualquier excusa podría entrar en esa categoría) tiene el derecho a ocupar militarmente toda la represa sin darle aviso a su vecino-socio.

Apenas el 10% de toda la energía producida por la represa de Itaipú es consumida por Paraguay (que a su vez representa el 72% de toda la energía utilizada internamente), el 90% restante por Brasil. Lo que podría ser una buena fuente de ingreso de divisas en un país que casi no exporta nada en realidad es un mendrugo del sub-imperialismo brasileño: Hasta el año 2009 Brasil le pagaba a Paraguay U$ 120 millones anuales por toda la energía consumida y a partir de allí empezó a pagar el triple, es decir U$ 360 millones, en un gesto de grandeza (?) del PT brasileño… que le agregó la cláusula que el 90% del total les sea vendida. Si Brasil y de un saque pasa a pagar por un bien esencial como la energía el triple significa dos cosas: Que la antigua tarifa era a precio de remate y la nueva a precio de ganga. Treinta años de explotación del vecino y aún faltan 20 más, cuando venza el Tratado firmado en 1973. ¿Mercosur? ¿What Mercosur?

Consuelo de tontos: De no estar el PT al mando del Palácio do Planalto Paraguay ni siquiera hubiese obtenido ese pancito extra para la humilde cena; El senador Aloysio Nunes Ferreira, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), opinó que "si le preguntamos a nuestros votantes si concuerdan en que votemos por aumentar su tarifa eléctrica para beneficiar al gobierno de Paraguay, tengo la certeza de que ninguno estaría de acuerdo". Y se quejó de que el acuerdo “no incluye ninguna garantía de que el gobierno paraguayo utilice el dinero adicional en beneficio de la población mediante obras de infraestructura, educación o seguridad pública”. Es el patrón diciéndole a su empleado en negro: usted no necesita ningún aumento y si lo necesita es porque piensa gastárselo en putas.

Más arriba mencioné que Paraguay es un país que no exporta casi nada y no fue un yerro involuntario porque lo que exporta no le agrega ningún valor a su economía, salvo su tradicional exportación de personas que lo mantiene a salvo de la implosión social. Al país con casi el 50% de pauperizada población campesina le cayó también la maldición del combo transgénico Monsanto: Soja RR (y aquí como allá van por más con la nueva súper soja Intacta RR2) + Roundup (glifosato); rápidamente –en un proceso bien conocido en Argentina- la mayoría de las tierras aptas fueron reconvertidas al cultivo del oro verde y compradas en mayor medida por brasileños y en menor por argentinos. Como el maná no deja de brotar la frontera agrícola se expandió derribando a su paso todo tipo de cultivo familiar desalojando a tiros a los terroristas resistentes que aún tienen la osadía de vivir de lo que producen. Hoy es el sexto productor mundial de soja.

Y a tiros no es una metáfora sino la más cruda realidad; los episodios de violentos desalojos de campesinos son moneda diaria silenciados por los medios de comunicación de la burguesía, que son TODOS los existentes: La Radio Nacional del Paraguay hasta 1989 se dedicó básicamente a transmitir la cadena nacional del sangriento general educado en Alemania Don Alfredo Stroessner y el programa “La Voz del Coloradismo”, órgano oficial de propaganda y desinformación al servicio del fascismo y el anti-comunismo (ya dijimos que en tierras guaraníes todo lo que no sea comulgar con el ideario de sus clases dominantes es terrorismo). Ahora se dedica a la fundamental tarea de educación e información de masas como pasar música folclórica y transmitir partidos de fútbol, con programas periodísticos sin presupuesto y relegados a horas imposibles. ¿Lugo? bien, gracias. Como sobre la soja no se aplican retenciones, ni tributos ni nada –como casi sobre cualquier actividad de alto valor- lo producido por su exportación enriquece a gente que ni siquiera vive dentro del país. Itamaraty agradecido, las patronales agro-financieras argentinas también, que ya quisieran tener el mismo modelo de libertad y democracia.

Otro rubro de donde abrevan históricamente sus clases dominantes y sus fuerzas armadas –guardias de corps de sus intereses- es el contrabando de todo tipo de productos con posterior recontrabando a terceros países y el cultivo del otro yuyito verde. Con apenas 7 millones de habitantes Paraguay es uno de los más grandes consumidores de whisky en el mundo; como casi toda estadística esconde ciertas verdades: No es que los paraguayos tengan una fuerte ascendencia escocesa, sino que la mayoría del whisky importado es contrabandeado a terceros países, en especial Brasil, que lo sabe y deja hacer por una simple cuestión económica; por otros lados le expolian millones al Paraguay y le dejan este kiosko como respirador artificial, aunque de vez en cuando le cierran el grifo en la frontera para que no se olviden quién manda realmente. El famoso prensado paraguayo proviene de las tierras que circundan la ciudad de Pedro Juan Caballero, que está separada del Brasil apenas por una calle. El propietario mayoritario de esas tierras es el Ejército Paraguayo que las arrienda seguramente sin conocer lo que allí se cultiva.

Cuando se menciona que un país que no cobra impuestos es técnicamente inviable seguramente el primer enunciador de esta verdad visitó Paraguay, tierra dorada de la evasión de todo tipo con la complacencia e incluso institucionalización oficial. Por ejemplo el cobro de la patente de los automotores –que es en un pago anual y bien bajo- es de potestad municipal, ni siquiera departamental (provincial). Entonces, ante la escasez y porque el domicilio del propietario del automotor no lo obliga a inscribir su vehículo en su lugar de residencia, los municipios se matan entre sí para ofrecer la tarifa más baja; los pobres propietarios de Mercedes Benz de U$ 200.000 mil agradecidos con el estado Hood Robin. Otro aporte a la economía de la miseria lo constituye la legalización de los vehículos perdidos en otros países: Simplemente ud. se presenta en el Registro Automotor de su ciudad y previo pago legaliza el vehículo obteniendo la cédula marrón; sí, así como lo lee, los famosos autos “mau” son esos, los otros tienen cédula verde, ambos perfectamente legales para circular dentro del territorio nacional. En los clasificados de los diarios se expresa claramente: “Se vende Ford Pirate Edition 1600 CC / AA / Cierre / ABS / Cédula marrón”. Y todos felices.

A todo esto seguramente se preguntará qué hizo el ex presidente Lugo; uno trata de no ser cruel y sabe que su irregular salida dio paso nuevamente a lo mas siniestro de la política paraguaya y que las FFAA tradicionalmente le fueron hostiles desde el primer día de mandato, pero haciendo referencia a su anterior ocupación sacerdotal diríamos que fue casi todo un pecado político. Se suele creer que Lugo fue una especie de outsider pero eso se podría aplicar si solo tomamos en cuenta que no fue el típico miembro de un partido que recorre todo el espinel hasta llegar al puesto mayor, porque tenía un gran apoyo en las comunidades eclesiales de base y con campesinos organizados, algo no menor en un país tan católico y con tanta proporción de población rural. Jamás fue implementada la prometida Reforma Agraria, no hubo nunca créditos para maquinaria, la expansión terrateniente siguió su curso y, sobre todas las cosas, no hubo hambre de construir poder; todo ese capital se fue perdiendo gota a gota, decepción tras decepción. Pero fundamentalmente las relaciones de clase y la estructura de acumulación (pre) capitalista permanecieron intactas a la espera de la multiplicación de los panes y los peces.

Karl Marx parecía muerto y enterrado. Con el hundimiento de la Unión Soviética y el gran salto chino hacia el capitalismo, el comunismo se desvaneció hacia los mundos pintorescos de las películas de James Bond o hacia el mantra manipulado sobre Kim Jong Un. El conflicto de clase que Marx consideraba como determinante en el curso de la historia parecía desvanecerse en una era próspera de libre comercio y libre empresa. El inabarcable poder de la globalización conectó las más remotas esquinas del planeta con los lucrativos bonos de las finanzas y las industrias deslocalizadas y sin fronteras, ofreciendo a todo el mundo, desde los gurús tecnológicos de Sillicon Valley hasta las campesinas chinas, amplias oportunidades de hacerse rico. En las últimas décadas del siglo XX, Asia batió quizá el mas notable récord de reducción de la pobreza de la historia de la humanidad, todo ello gracias a las muy capitalistas herramientas del comercio, la iniciativa empresarial y la inversión extranjera. El capitalismo pareció cumplir sus promesas de elevar a todo el mundo hacia nuevas cotas de riqueza y bienestar.

O eso llegamos a creer. Con la economía global en una larga crisis, y con trabajadores de todo el mundo víctimas del desempleo, la deuda y el estancamiento de sus ingresos, la aguda crítica de Marx al capitalismo (que el sistema es intrínsecamente injusto y autodestructivo) no puede ser tan fácilmente descartada. Marx teorizó que el sistema capitalista empobrecería inevitablemente a las masas, a medida que la riqueza se concentraría en las manos de la codicia de unos pocos, causando crisis económicas y reforzando el conflicto entre los ricos y las clases trabajadoras. Marx escribió que “la acumulación de riqueza en un solo polo genera al mismo tiempo en el polo opuesto la acumulación de miseria, trabajo duro y agónico, esclavitud, ignorancia, brutalidad y  degradación mental”.

Un expediente cada vez más rebosante de pruebas sugiere que podría haber estado en lo cierto. Lamentablemente, son evidentes las estadísticas que demuestran que los ricos son cada vez más ricos, mientras que la clase media y los pobres cada vez son más pobres. Un estudio hecho en septiembre por el Economic Policy Institute (EPI) en Washington señaló que la media anual de ingresos reales de un hombre trabajador a tiempo completo en los EEUU en 2011, unos 48.202 dólares, era inferior a la de 1973. Entre 1983 y 2010, el 74% del aumento de la riqueza en los EEUU fue a parar a las manos del 1% más rico, mientras que el 60% más pobre sufrió un declive, según cálculos del EPI. No sorprende así que algunos estén repasando lo que escribió el filosofo alemán en el XIX. En China, el país marxista que dio la espalda a Marx, Yu Rongjun se inspiró en los acontecimientos actuales para escribir un musical basado en el clásico El Capital de Karl Marx. “Uno se da cuenta de que la realidad encaja con lo que escribió en su libro”, asegura el dramaturgo.

Eso no significa que Marx acertara completamente. Su “dictadura del proletariado” no funcionó como estaba planeado. Pero las consecuencias de este aumento de la desigualdad, son exactamente como lo predijo Marx. La lucha de clases ha regresado. El enfurecimiento de los trabajadores en el mundo va en aumento y exigen su justa parte de la economía global. Desde el suelo del Congreso de los EEUU hasta las calles de Atenas, pasando por las asambleas del sur de China, la actualidad está siendo sacudida por una escalada en la tensión entre el capital y el trabajo, en unos niveles inéditos desde las revoluciones comunistas del siglo XX. Cómo se resuelva este conflicto determinará la dirección de la política económica global, el futuro del estado del bienestar, la estabilidad política de China, y quién tendrá el mando del gobierno desde Washington hasta Roma. ¿Qué diría Marx de lo que hoy acontece? “Algo parecido a: se los advertí”, asegura Richard Wolff, un economista marxista en la New School de Nueva York. “La desigualdad de ingresos está produciendo un nivel de tensiones que no había visto en mi vida”.

Las tensiones entre clases económicas en los EEUU están claramente al alza. La sociedad se muestra dividida entre el 99% (la gente normal que lucha para salir adelante) y el 1% (los privilegiados, bien conectados y muy ricos que cada vez lo son más). En una encuesta del Pew Research Center publicado en año pasado, dos tercios de los encuestados creían que EEUU sufría un conflicto “fuerte” o “muy fuerte” entre ricos y pobres, un aumento significativo de 19 puntos desde 2009, llegando a ser considerada el primer factor de división de la sociedad.

El señalado conflicto ha dominado la política americana. La batalla partidista sobre como arreglar el déficit presupuestario de la Nación ha sido, en gran medida, un conflicto de clase. Cada vez que el Presidente Barack Obama habla de aumentar los impuestos a los americanos más ricos para reducir el déficit presupuestario, los conservadores señalan que está lanzando una “guerra de clase” contra los acaudalados. Así mismo, los republicanos están comprometidos con una guerra de clase por su cuenta. El plan republicano de estabilización financiera sitúa la carga del ajuste en las clases medias y pobres, a través de recortes en los servicios sociales. Obama basó una gran parte de su campaña para la reelección caracterizando a los republicanos como insensibles hacia la clase trabajadora. El Presidente acusó al candidato republicano, Mitt Romney, de tener un plan para la economía norteamericana con un solo punto, “asegurarse que los tipos de arriba jueguen con reglas distintas al resto”.

Sin embargo, en medio de esta retórica hay señales que este nuevo clasismo americano ha cambiado el debate sobre la política económica de la Nación. La teoría del derrame, que afirma que el éxito del 1% beneficiará al 99% restante, se encuentra bajo grave sospecha. David Madland, un director del Center for American Progress, un think tank con sede en Washington, cree que la campaña presidencial de 2012 ha hecho emerger el debate sobre la reconstrucción de la clase media, y la búsqueda de una agenda económica distinta para lograr este objetivo. “Toda la forma de concebir la economía está siendo revisada”, afirma. “Noto que se está produciendo un cambio fundamental”. La ferocidad de la nueva lucha de clases está siendo incluso más pronunciada en Francia. En mayo pasado, a medida que el dolor de la crisis financiera y los recortes presupuestarios hizo que la división entre pobres y ricos se hiciera cada vez más dura, los franceses votaron al Partido Socialista de François Hollande, que una vez proclamó: “no me gustan los ricos”.  Parece haber mantenido su palabra. La clave de su victoria fue su promesa en campaña  de extraer más de los ricos para mantener el estado del bienestar francés. Para evitar los recortes drásticos que otros políticos en Europa han aplicado para reducir la amplitud de sus déficits presupuestarios, Hollande planeó aumentar el impuesto sobre la renta hasta el 75%. A pesar de que su idea fue tumbada por el Tribunal Constitucional del país, Hollande está buscando fórmulas para introducir una medida similar. Al mismo tiempo, Hollande ha enfocado su acción de gobierno de nuevo hacia la gente corriente. Retiró una medida impopular de su predecesor de incrementar la edad de jubilación en Francia, volviéndola a situar en los 60 años para algunos trabajadores. Muchos en Francia quieren que Hollande vaya aún más lejos. “La propuesta fiscal de Hollande tiene que ser un primer paso en la percepción del gobierno de que el capitalismo en su forma actual se ha vuelto tan injusto y disfuncional que corre el riesgo de implotar si no se reforma en profundidad”, asegura Charlotte Boulanger, una experta en desarrollo y ONGs.

Sus tácticas, sin embargo, están generando un contraataque por parte de la clase capitalista. Mao Zedong hubiera insistido en que el poder político aumenta a partir del cañón de un arma, pero en un mundo donde das kapital es más y más móvil, las armas de la lucha de clases han cambiado. En lugar de pagar a Hollande, algunos de los más ricos franceses se están marchando, llevándose con ellos empleos e inversiones muy necesarios. Jean Emile Rosenblum, fundador de la empresa en línea Pixmania.com, está restableciendo su vida y su nuevo negocio en EEUU, donde siente que el clima es más hospitalario para los empresarios. “El aumento del conflicto de clase es una consecuencia normal de cualquier crisis económica, pero la explotación política de ello ha sido demagógica y discriminatoria”, señala Rosenblum. “En lugar de confiar en los empresarios para desarrollar las empresas y empleos que necesitamos, Francia les está empujando a marcharse”.

La división entre pobres y ricos es quizá mas volátil en China. Irónicamente, Obama y el recientemente instalado Presidente de la China comunista, Xi Jinping, deben hacer frente al mismo desafío. La intensificación de la lucha de clases no es sólo un fenómeno del endeudado y estancado mundo industrial. Incluso en los mercados emergentes que se expanden rápidamente, las tensiones entre ricos y pobres se está convirtiendo en una preocupación de primera magnitud para los políticos.  Contrariamente a lo que muchos de los contrariados americanos y europeos creen, China no ha sido un paraíso para los trabajadores. La “fuente de arroz de acero” (la práctica maoísta que garantizaba a los trabajadores un trabajo para siempre) se evaporó junto al maoísmo, y durante la era de las reformas, los trabajadores tuvieron pocos derechos. A pesar de que los ingresos en las ciudades chinas está creciendo substancialmente, el diferencial entre ricos y pobres es extremadamente grande. Otro estudio del Pew revela que cerca de la mitad de los chinos encuestados considera que la división entre ricos y pobres es un gran problema, mientras que 8 de cada 10 está de acuerdo con el propósito de que  en China “los ricos cada vez se hacen más ricos mientras que los pobres se siguen empobreciendo”.

La animadversión está alcanzando un punto de estallido social en las aldeas industriales de China. “La gente de fuera ve nuestras vidas muy prósperas, pero la vida real el la fábrica es muy distinta”, afirma el trabajador fabril Peng Ming en el enclave de Shenzhen en el sur industrial. Con largas horas a sus espaldas, con el aumento del coste de la vida, unos directivos indiferentes y muy a menudo con retrasos en las pagas, los trabajadores empiezan a parecer auténtico proletariado. “La manera en que los ricos obtienen dinero es a través de la explotación de los trabajadores”, afirma Guan Guohau, otro trabajador de la fabrica en Shenzhen. “El comunismo es a lo que aspiramos”. A menos que el gobierno actúe más decididamente para mejorar su bienestar, señalan, los trabajadores querrán de forma creciente actuar por su cuenta”. “Los trabajadores se organizarán más”, predice Peng. “Todos los trabajadores deben estar unidos”.

Eso puede que ya esté sucediendo. Medir el nivel de malestar de los trabajadores en China es difícil, pero los expertos creen que ha ido aumentando. Una nueva generación de trabajadores fabriles, mejor informados que sus padres gracias a internet, se hacen oír más en sus demandas de mejores salarios y condiciones laborales. Hasta ahora, la respuesta del gobierno ha sido ambigua. Los políticos han aumentado los salarios mínimos para incrementar los ingresos, reforzaron la legislación laboral para dar a los trabajadores mas protección, y en algunos casos, les permitieron ir a la huelga. Sin embargo el gobierno sigue desincentivando el activismo  obrero independiente, muy a menudo a través del uso de la fuerza. Estas tácticas han dejado al proletariado de China desconfiado de su dictadura proletaria. “El gobierno piensa más en sus empresas que en nosotros”, dice Guan. Si Xi no reforma la economía para que el chino de a pie se beneficie más del crecimiento de la nación, corre el riesgo de encender la llama del malestar social”.

Marx hubiera previsto exactamente este resultado: “a medida que el proletariado tome conciencia de su interés común de clase, hará caer el injusto sistema capitalista y lo reemplazará por un mundo socialista nuevo”. Los comunistas “declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados con la derrota por la fuerza de toda condición social existente”, escribió Marx. “Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas”. Hay señales que indican que los trabajadores del mundo están cada vez más impacientes con sus debilitadas perspectivas. Decenas de miles han salido a la calle de ciudades como Madrid y Atenas, protestando contra el desempleo astronómico y las medidas de austeridad que están empeorando las cosas.

Hasta ahora, sin embargo, la revolución de Marx está por materializarse. Los trabajadores puede que tengan los mismos problemas, pero no se están uniendo para resolverlos. El nivel de la afiliación sindical en los EEUU, por ejemplo, ha continuado su declive a través de las crisis económicas, mientras que el movimiento Occupy Wall Street decaía. Los que protestan, señala Jacques Ranciere, un experto en marxismo en la Universidad de Paris, no tienen como objetivo remplazar el capitalismo, tal y como Marx predijo, sino simplemente reformarlo. “No estamos viendo a las clases que protestan pidiendo el derrumbe o la destrucción del sistema sociopolítico actual”, explica. “Lo que el conflicto de clase produce hoy son llamadas a arreglar los sistemas para que sean más viables y sostenibles a largo plazo a través de una mayor redistribución de la riqueza creada”.

Sin embargo, a pesar de estas llamadas, la política económica actual continua alimentando las tensiones de clase. En China, los altos funcionarios han mostrado poca convicción a la hora de reducir el desnivel de ingresos y en la práctica han eludido las reformas que podrían haberlo permitido (en la lucha contra la corrupción, permitiendo la liberalización el sector financiero). Los gobiernos endeudados en Europa han capado los programas del Estado del Bienestar incluso en momentos en los que el desempleo aumenta y el crecimiento se hunde. En la mayoría de casos, la solución elegida para reparar el capitalismo ha sido más capitalismo. Los políticos en Roma, Madrid y Atenas están siendo presionados por tenedores de bonos para que desmantelen la protección de los trabajadores y continúen desregulando sus mercados interiores. Owen Jones, el autor britanico de “Chavs: The Demonization of the Working Class” llama a esto “guerra de clase desde arriba”.

Pocos aguantan la embestida. La aparición de un mercado laboral global ha desarmado a los sindicatos en todo el mundo. La izquierda política, arrastrada hacia la derecha desde el violento ataque del libre mercado de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, no ha sabido dibujar un horizonte alternativo creíble. “Virtualmente, todos los partidos progresistas y de izquierdas contribuyeron en algún momento al auge de los mercados financieros, y al retroceso de los sistemas de bienestar para demostrar que también eran capaces de llevar adelante reformas”, señala Rancière. “Diría que las perspectivas de que partidos laboristas o socialistas o gobiernos en cualquier lado vayan a cambiar (mucho menos derribar) los sistemas económicos actuales se han más bien evaporado”.

Eso deja abierta una posibilidad escalofriante: que Marx no sólo diagnosticara correctamente el comportamiento del capitalismo, sino también su resultado. Si los políticos no encuentran nuevos métodos para asegurar oportunidades económicas justas, acaso los trabajadores del mundo decidan, simplemente, unirse. Puede que entonces Marx se tome su venganza.

Michael Schuman

Corresponsal del semanario conservador Time, especializado en economía global, ex corresponsal de The Wall Street Journal y colaborador de la revista Forbes (todos medios insospechados de simpatías izquierdistas).

* Del original Marx’s Revenge: How Class Struggle Is Shaping the World, publicado en Time el 25/03/2013

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