Canguros

Trabajen, canguros, y si son afortunados y ahorran podrán comprarse un sobretodo a crédito. Cuiden con garfios el puestito, miren que hay miles de desgraciados de reserva, aspirantes que los envidian y esperan sus muertes, sus jubilaciones. Sean decentes, canguros, vayan al empleo aunque sea moribundos, sus vidas algunas veces serán resaltadas en discursos preeleccionarios, les dirán héroes anónimos, mayoría silenciosa, y antes de morir ya estarán olvidados. Obedezcan, respeten, eyacularán módicamente y defecarán con ardor, cuidarán perpetuamente el verso del buen nombre y del honor de la misma forma que la señorita Llorente cuidó su virginidad de parásita. Y cuando lleguen a abuelos, canguros, y reciban el sopapo grosero de la jubilación guardarán el buen nombre y honor en el fondo de un baúl descascarado y mohoso, o en la soledad inexorable del cuartito de las herramientas, donde compondrán, hasta que llegue la muerte, nada que valga la pena, la pena es gratis.

Jorge Asís, Carne Picada

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