Años

Dicen por ahí que la memoria son los recuerdos del pasado tamizados por el presente, polaroids de ordinaria locura sin relato lineal, uno es aquel pero también este. ¿Pasado, presente, futuro? En esa argamasa encalla todo, círculos concéntricos y excéntricos que se alimentan, no hay núcleo ni fin ni principio de los tiempos. Las cosas están ahí, tan lejos y tan cerca que duelen y alegran; asoma una pared curva por sobre la penumbra, una voz, ese disco, aquel vaso de vino, unos pies desnudos, una avenida y un callejón, la imposibilidad de retenerlos aquí hoy y a la vez sentir el ruido del ascensor descendiendo como nave nodriza. No hay fórmulas, no hay manera, solo un deslizar y vuelta a pensar haciendo anagramas como hurones ciegos.

Salud. Nos vemos en Montauk.

La herida de Paris by Spinetta Jade on Grooveshark

Antisionismo no es antisemitismo

antisionista

 

El judaísmo es una religión, una serie de creencias monoteístas, y se practica por todo el mundo por gente de todas las lenguas, países y culturas. Es la más antigua de las tres religiones monoteístas más difundidas (junto con el cristianismo y el Islam), y la menor de ellas en número de fieles. Del judaísmo se desglosaron, históricamente, las otras dos religiones. Sin embargo, a su vez, históricamente, el pueblo judío ha sido perseguido y discriminado; muchas veces teniendo el rol de chivo expiatorio en tiempos de crisis, por ser una minoría y, por tanto, una diana fácil. En la historia moderna, esta discriminación se ha manifestado, primero, en la Rusia del Zar en el siglo XIX, con los pogromos de los judíos y el antisemitismo de la sociedad rusa.

Hubo varias respuestas a este antisemitismo. Por una parte, muchas personas judías emigraron a otros países de Europa y a EEUU en búsqueda de una vida más segura y tranquila. Otras, que no tenían los recursos o las ganas de irse, se quedaban a luchar dentro de los movimientos obreros para conseguir alcanzar otro tipo de sociedad sin racismo y antisemitismo. Pero una minoría de personas judías, básicamente de clase media, pensaba que el antisemitismo era algo inherente al ser humano y no se podía luchar en su contra. Su única solución era fundar un estado exclusivamente judío, separado de otras creencias; un lugar seguro donde las personas judías de todo el mundo pudieran vivir.  Fue de ahí de donde surgieron las ideas del sionismo político. Una idea simple, pero poco práctica. El sionismo, en su primera época, no tenía claro dónde establecer este estado judío. Siria, Argentina o Tanzania fueron algunas de las opciones, pero al final optaron por Palestina. ¿Por qué? La intención era convencer a más personas judías a unirse a su proyecto por las conexiones emocionales y religiosas que tenía “la tierra prometida”. Movimiento que, por cierto, fue minoritario hasta el propio Holocausto.

El sionismo tiene dos fallos básicos. Primero, nunca consideró la existencia de la población que vivía en Palestina, los palestinos y palestinas; lo que propició que desde su inicio haya sido una ideología racista, discriminatoria y exclusiva. Segundo, que para realizar su proyecto, siempre ha tenido que depender de una fuerza imperial para darle apoyo, empezando con el imperio otomano, pasando por Alemania, el imperio británico y, después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU. A cambio se debía erigir como el guardián de los intereses geoestratégicos en la zona, lo que en tiempos modernos se ha traducido por el control sobre el petróleo. El antisemitismo no es más que otra forma de racismo: discriminar a un grupo de gente por sus creencias o su cultura. Por eso, las personas que se consideran socialistas y revolucionarias deben luchar contra el antisemitismo con la misma fuerza que luchan contra la islamofobia o cualquier otro tipo de racismo.

Pero debemos tener claro que ser antisionista no es lo mismo que ser antisemita. El antisionismo significa oponerse a un estado colonial y racista desde sus orígenes, y todo lo que ha conllevado durante 65 años de ocupación ilegal. Es luchar contra el opresor e identificarse con las personas oprimidas. Es luchar contra un nacionalismo de derechas nefasto y mezquino. Y es ser, por encima de todo, internacionalistas, creyendo, a diferencia de los primeros sionistas, que es posible luchar contra del racismo y por un mundo mejor para todas las personas.

Steve Cedar

Judío, antisionista, miembro de  Unitat Contra el Feixisme i el Racisme en Vic (Catalunya)

“ayer Sudáfrica, hoy Palestina”

La Conferencia, celebrada en Barcelona entre los días 19-21 de Octubre del 2012, asume la llamada de la sociedad civil Palestina a sumarse a la campaña internacional de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra el estado de Israel y emplaza a la sociedad civil del estado a sumarse a ella.

Reunidas en Barcelona más de 500 activistas y 50 organizaciones de la sociedad civil del Estado español nos reafirmamos en nuestro compromiso con la lucha del pueblo palestino durante la celebración, este fin de semana, en Barcelona de la 1ª Conferencia Estatal por el  boicot, desinversiones y sanciones (BDS) y contra el apartheid israelí: “Ayer Sudáfrica, hoy Palestina”.

Constatamos el avance de la campaña BDS como eje central de todas las acciones y actividades de solidaridad con el pueblo palestino. Asimismo, la Conferencia decidió, en sus conclusiones, trabajar para que la campaña por el BDS trascienda más allá del movimiento de solidaridad con el pueblo Palestino. Con estos objetivos, manifestamos nuestra voluntad de coordinación con el Comité Nacional Palestino (BNC), que lidera e impulsa el movimiento internacional de apoyo a la campaña BDS.

El boicot al Estado de Israel es una campaña que surge del propio pueblo palestino en el año 2005. Entre las demandas de este llamamiento están el fin de la ocupación de todos los territorios árabes por Israel en el 67, el derecho al retorno de todos los refugiados, y la igualdad de derechos para toda la ciudadanía del Estado Israelí.

Constatamos, de la misma manera, la necesidad de apoyar esta campaña no-violenta para poner fin a la violación sistemática de los derechos humanos y la legalidad internacional por parte de Israel. Violaciones que han quedado constatadas de nuevo con el secuestro en aguas internacionales de la última Flotilla a Gaza durante la celebración de la Conferencia. Por lo que exigimos a nuestros gobiernos garantizar la libertad de circulación en aguas mediterráneas, poner fin al bloqueo a Gaza, así como la liberación inmediata de las personas que a día de hoy Israel mantiene presas.

Como organizaciones de la sociedad civil, y activistas por la causa internacionalista, hacemos un llamamiento a la sociedad civil Internacional (y a todas las personas de buena voluntad) a sumarse a este movimiento del pueblo palestino basado en los fundamentos éticos de justicia, libertad e igualdad, para poner fin a la impunidad del Estado de Israel.

BDS Movement
Barcelona, 21 de Octubre de 2012

Sobre el mal uso del concepto “Bonapartismo”

Por Olmedo Beluche,  publicado por Aporrea el 10/12/2007

“Bonapartismo” es una categoría política que heredamos de Carlos Marx cuando, en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte describió un tipo de régimen burgués que por sus actos se ubica, en apariencia, por encima de todas las clases, dice actuar en nombre de todas ellas, pero que “no puede dar nada a una sin quitárselo a otra”. En una frase: “Es bajo el segundo Bonaparte cuando el Estado parece haber adquirido una completa autonomía”. Y con mayor precisión agrega:

“Bonaparte, como poder ejecutivo convertido en fuerza independiente, se cree llamado a garantizare el "orden burgués". Pero la fuerza de este orden burgués está en la clase media. Se cree, por tanto, representante de la clase media y promulga decretos en este sentido. Pero si algo es, es gracias a haber roto y romper de nuevo y diariamente la fuerza política de esta clase media (…). Esta misión contradictoria del hombre explica las contradicciones de su Gobierno, el confuso tantear aquí y allá, que procura tan pronto atraerse como humillar, unas veces a esta y otras veces a aquella clase, poniéndolas a todas por igual en contra suya, y cuya inseguridad práctica forma un contraste altamente cómico con el estilo imperioso y categórico de sus actos de gobierno, estilo imitado sumisamente del tío”.

De allí  el concepto ha venido a describir un tipo de régimen (burgués) dictatorial o “fuerte”, con un recorte más o menos amplio de las libertades democráticas. Bonapartismo ha venido a constituirse, en el lenguaje marxista, en un sinónimo de lo que, en lenguaje común, se llama dictadura. Dictadura que trabaja para la burguesía, sin que ella haga parte directa del gobierno. Tomado de esta manera es como lo han utilizado los trotskistas del ahora famoso pacto del Hotel Bauen aplicándolo a Chávez. Por mera derivación lógica, tanto el gobierno venezolano, como su reforma constitucional, constituyen una dictadura (bonapartista) que se acentúa. Hay un pequeño paso, de ahí a la conclusión de que el eje de la política de los compañeros, pase a ser el combate a las reformas constitucionales chavistas votando “No” en el referéndum. En esa perspectiva, el régimen de Chávez es el enemigo número uno a combatir, y la oposición burguesa, liderada por Rosales, en todo caso es un enemigo secundario, y aliado “democrático burgués” circunstancial en el marco del referéndum. Por arte de magia, el líder populista, y claramente antiimperialista, Hugo Chávez, llevado al poder y ratificado reiteradamente por su pueblo en diversos comicios electorales, pasa a ser una especie de “dictador”, y la corrupta oposición oligárquica y pro imperialista, es “democrática”. Por otro camino más sofisticado, y supuestamente marxista, se cae a las mismas caracterizaciones que el imperialismo y sus medios de comunicación.

Esta manera de proceder de los compañeros de la LIT es inaudita e imperdonable. Trotsky señaló que en los países semicoloniales (dependientes) el imperialismo producía una serie de deformaciones que conferían a los regímenes bonapartistas un carácter inusual (sui generis). Y que lo que daba el marco para la actuación revolucionaria en ellos, no era la dicotomía democracia/fascismo, sino la dicotomía imperialismo/nación oprimida.  Trotsky agregó que, en los países oprimidos por el imperialismo, se daban dos tipos de regímenes bonapartistas sui generis: uno reaccionario, que se apoya en el imperialismo para reprimir a las masas; y otro progresivo, que se apoya en el movimiento de masas para confrontar al imperialismo. Por supuesto, la existencia de uno u otro da el tono de la política de los revolucionarios, no pudiendo tomarse como iguales, ni traslaparse uno por el otro.

“...El régimen interno de los países coloniales y semicoloniales tiene un carácter predominantemente burgués. Pero la presión del imperialismo extranjero altera y distorsiona tanto la estructura económica y política de esos países que la burguesía nacional (aun en los países políticamente independientes de Sudamérica) no alcanza más que parcialmente el nivel de clase dominante. La presión del imperialismo en los países atrasados no cambia, es verdad, su carácter social básico, ya que opresor y oprimido no representan más que diferentes grados de desarrollo de una misma sociedad burguesa. Sin embargo, la diferencia entre Inglaterra y la India, Japón y China, los Estados Unidos y Méjico es tan grande que tenemos que diferenciar estrictamente entre países burgueses opresores y oprimidos, y consideramos que es nuestro deber apoyar a los segundos contra los primeros. La burguesía de los países coloniales y semicoloniales es una clase semioprimida, semidominante...” (pp 43-44).

“En los países industrialmente atrasados, el capital extranjero juega un rol decisivo. De aquí la debilidad relativa de la burguesía "nacional" respecto del proletariado "nacional". Esto da origen a condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el doméstico, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente poderoso. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista "sui generis", un carácter distintivo. Se eleva, por así decir, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar ya convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y aherrojando al proletariado con las cadenas de una dictadura policial o bien maniobrando con el proletariado y hasta llegando a hacerle concesiones, obteniendo así la posibilidad de cierta independencia respecto de los capitalistas extranjeros. La política actual está en la segunda etapa; sus más grandes conquistas son las expropiaciones de los ferrocarriles y de las industrias petroleras.

“Estas medidas permanecen enteramente dentro del dominio del capitalismo de Estado. Sin embargo, en un país semicolonial, el capitalismo de Estado se halla bajo la fuerte presión del capital extranjero privado y de sus gobiernos y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los obreros. Por esto intenta, sin dejar que el poder real escape de sus manos, colocar sobre la organización obrera a una parte considerable de la responsabilidad por la marcha de la producción en las ramas nacionalizadas de la industria” (pp 61-62).

León Trotsky, Sobre la liberación nacional. Ed. Pluma. Bogotá. 1980

Suponiendo que Chávez encarne un régimen bonapartista sui generis, los compañeros de la LIT tienen la obligación de responder a las preguntas: ¿A cuál de los dos tipos pertenece? ¿La diferencia marca una política distinta para cada uno? ¿Sí o no?. Yo digo sin ambages, de caracterizarse al régimen de Chávez como bonapartista sui generis (¡¡no olvidar el apellido!!), con toda claridad pertenece a la segunda categoría. Y, si así es, ¿tiene esto consecuencias políticas para los revolucionarios? Sí, y muy grandes. Veamos lo que Trotsky decía respecto al gobierno de Lázaro Cárdenas (un Chávez de los años 30) y su medida de nacionalización del petróleo, respondiendo a una campaña que lo hacía (a Trotsky) responsable por la medida:

“Para desacreditar la expropiación a los ojos de la opinión pública burguesa, se la presenta como una medida “comunista”. La ignorancia histórica se combina aquí con la mentira consciente. El Méjico semicolonial lucha por su independencia nacional política y económica. Tal es, en su estado “actual”, el contenido fundamental de la revolución mejicana... En estas condiciones, la expropiación es el único medio serio de salvaguardar la independencia nacional y las condiciones elementales de democracia.

(…) El general Cárdenas pertenece a la serie de hombres de Estado de su país que han cumplido y cumplen la obra de Washington, de Jefferson, de Abraham Lincoln y del General Grant (…) yo consideraría como un honor el tener aunque no fuera más que una parte de responsabilidad por la medida osada y progresiva del gobierno mejicano. Pero no tengo la menor razón para hacerlo. Fue en los diarios que leí por primera vez el decreto (…) La expropiación del petróleo no es ni comunismo ni socialismo: es una medida profundamente progresiva de autodefensa nacional”.

“Marx no consideraba en modo alguno comunista a Abraham Lincoln. Esto no impidió a Marx, sin embargo, manifestar su profunda simpatía por la lucha que Lincoln dirigía. La Primera Internacional envió al presidente de la guerra civil una nota de salutación y Lincoln, en su respuesta, aprecia calurosamente este sostén moral. El proletariado internacional no necesita identificar su programa con el del gobierno mejicano. Para nada sirve a los revolucionarios disfrazar, falsificar, ni mentir... Sin abandonar su propia fisonomía, toda organización obrera del mundo entero, y ante todo de Gran Bretaña, tiene la obligación de atacar implacablemente a los bandidos imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus lacayos fascistas. La causa de Méjico es la causa de toda la clase obrera del mundo”. (Ibíd., pp 55-60).

Está claro, para Trotsky, el elemento central a tomar en cuenta para formular la política de los revolucionarios es en dónde se encuentran los intereses del imperialismo, su prensa y sus lacayos. Pregunto: ¿En el referéndum del 2 de diciembre en Venezuela, dónde estaban los intereses del imperialismo y sus lacayos? ¿Del lado del “Sí’ o del lado del “No”?. Los compañeros de la LIT, que han llamado al voto “No”, pasan por alto este elemento central del quehacer político en cualquier país semicolonial: el imperialismo y sus intereses (!!).  Se han metido a hacer un análisis acerca del contenido bonapartista de la reforma propuesta por Chávez, abstrayendo el problema principal: el imperialismo y su política para Venezuela. Con lo cual, pudiendo tener razón formal, en la práctica le han hecho el juego al imperialismo y la reacción venezolana.

Por supuesto, a partir de lo anterior, “manteniendo su propia fisonomía política” los revolucionarios no tienen que presentar como “comunista” aquello que no lo es, y pueden señalar las críticas o los emplazamientos que sean necesarios, a Cárdenas o a Chávez. Pero ubicándose con claridad del lado contrario al imperialismo y sus lacayos. Una cosa es criticar la reforma desde el lado que está confrontado con el imperialismo, y que a todas luces encabeza el presidente Chávez, y otra muy distinta es hacerlo desde le bando pro imperialista. Por si persistieran dudas, leemos otro artículo de Trotsky (citado en el mismo libro) titulado "Combatir al imperialismo para combatir al fascismo” (21/9/1938):

“Lo más importante y lo más difícil en política es, en mi opinión, por una parte definir las leyes generales que determinan la lucha de vida o muerte de todos los países del mundo moderno; por otra descubrir las especial combinación de esas leyes que se da en cada país. La humanidad moderna, sin excepciones, ..., vive bajo el yugo del imperialismo. No hay que olvidarlo ni por un instante. Pero esto no significa para nada que el imperialismo se manifiesta del mismo modo en todos los países. No. Algunos países son los que dirigen el imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la principal línea divisoria entre los Estados y naciones modernos. El urgente problema del fascismo y la democracia debe encararse únicamente desde este punto de vista” (Pág. 67).

Y agrega:

“Para Méjico, por ejemplo, democracia significa el deseo de un país semicolonial de escapar a los lazos de la dependencia, de dar la tierra a los campesinos, de elevar el nivel cultural de los indios y demás. En otras palabras, los problemas democráticos de Méjico tienen un carácter progresivo y revolucionario (…). Los países coloniales y semicoloniales deben combatir en primer lugar al país imperialista que los oprime directamente, sin tener en cuenta si usa la máscara del fascismo o de la democracia” (Ibíd..).

La forma como los compañeros de la LIT, y otros como Altamira (PO), cargan las tintas contra Chávez, da la impresión de que lo catalogan como un bonapartista reaccionario y no progresivo (como Trotsky caracterizaba a Cárdenas), pasando por alto no sólo su clara política antiimperialista, sino también sus medidas sociales internas (por más limitadas que sean) y hasta su propia propaganda por el socialismo (así sea la versión reformista del “socialismo del siglo XXI”). Caracterización completamente errónea y ciega a la realidad pero que, incluso, para el caso de un bonapartista reaccionario (fascista), que no es para nada el caso de Chávez, que se confronta con el imperialismo Trotsky señala una política completamente clara y distinta a la de la LIT:

“En Brasil existe hoy un régimen semifascista que ningún revolucionario puede ver sino con odio. Supongamos, sin embargo, que mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. Yo le pregunto, ¿de qué lado del conflicto estará la clase obrera? Le diré qué contestaría yo: en este caso yo estaré de parte del Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática”. ¿Por qué? Porque el conflicto entre esos dos países no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra triunfara pondría otro fascista en Río de Janeiro y duplicaría las cadenas de Brasil... Bajo cualquier máscara hay que aprender a distinguir a los explotadores, esclavistas y ladrones!”

León Trotsky La lucha antiimperialista es la clave de la liberación, entrevista con Mateo Fossa

En su alocada carrera sectaria, los compañeros de la LIT, UIT y demás, han olvidado hasta su propio maestro Nahuel Moreno. Para no abrumar más con citas que podrían llenar un libro, hago la última:

“Trotsky no se cansó de señalar que todos los gobiernos burgueses no son iguales. Que hay que saber distinguir cuidadosamente los distintos tipos que existen y establecer si hay luchas entre bandos de la burguesía. Insistió en que, cuando hay síntomas de avance fascista se debe señalar a los trabajadores que la tarea más urgente es combatirlo a muerte, por todos los medios. Para ello, es necesario medir conscientemente si hay fuerzas suficientes para voltear al gobierno burgués de turno y tomar el poder, o si, en cambio, hay que unir a los trabajadores en luchas defensivas contra el fascismo”.

Nahuel Moreno El partido y la revolución. Ediciones Antídoto. Buenos Aires. 1989.

Al margen de si existe la intención de un golpe de estado reaccionario, que el gobierno de Chávez ha denunciado, y que hay que discutir, y que podría venir disfrazado por la vía Constitucional (léase referéndum revocatorio): ¿Quién representa el sector burgués reaccionario y pro imperialista hoy en Venezuela, Chávez o Rosales? ¿O, compañeros de la LIT, da lo mismo uno que otro?. En Panamá podemos hablar con propiedad de estas desviaciones sectarias que “olvidan” al imperialismo como piedra de toque para que los revolucionarios hagan política. Porque aquí fuimos víctimas directas de esos análisis sacados de contexto concreto y de la política sectaria y ultraizquierdista de la LIT.  Uno de esos “errores” fue el ridículo del periódico del PST panameño, que en 1981 sostuvo que el general Omar Torrijos no pudo ser víctima de un atentado de la CIA porque, como era un gobernante “burgués”, trabajaba para el imperialismo y así para qué lo iban a querer matar. ¡Qué lógica de mierda, como diría Chávez!

Esta desviación condujo al PST panameño a otro error y crisis cuando, en 1987, el imperialismo y la burguesía “nacional” crearon la Cruzada Civilista en su enfrentamiento con el general Noriega. Recuerdo una agria discusión con un compañero de la dirección del PST que insistía en que debíamos presentarnos a una marcha de la Cruzada cuyo lema central era: “La empresa privada es libertad”. El paroxismo del simplismo lógico del trotsquismo ultraizquierdista llegó cuando en la última revista de la LIT, un par de semanas antes de la invasión norteamericana a Panamá, en diciembre de 1989, se editorializaba que Estados Unidos nunca invadiría el país. Con vergüenza recuerdo que, para poder repartir la revista, en enero de 1990, tuvimos que arrancarle la página editorial.

Hasta el día de hoy no he visto nunca una autocrítica de esos mismos compañeros que ahora sostienen errores semejantes para Venezuela, en circunstancias que se parecen mucho a lo que ya vivimos en Panamá. Ojo Chirino [1], aprende de la experiencia ajena. No hay peor secta que la que no quiere dejar de serlo.

Notas:

[1] Orlando Chirino, candidato a presidente en las últimas elecciones venezolanas por el partido Socialismo y Libertad y  apoyado por otras sectas de la izquierda vulgar (inclusive el PTS de la Argentina).  Obtuvo la friolera del 0,02% del total de votos

 

 

Sí a la reforma de la Constitución Nacional

Capítulo IV (*)

La función social de la propiedad, el capital y la actividad económica

Art. 38 - La propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común. Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva. La expropiación por causa de utilidad pública o interés general debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4°. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invención o descubrimiento por el término que le acuerda la ley. La confiscación de bienes queda abolida para siempre de la legislación argentina. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones ni exigir auxilios de ninguna especie en tiempo de paz.

Art. 39 - El capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.

Art. 40 - La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social. El Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución. Salvo la importación y exportación, que estarán a cargo del Estado, de acuerdo con las limitaciones y el régimen que se determine por ley, toda actividad económica se organizará conforme a la libre iniciativa privada, siempre que no tenga por fin ostensible o encubierto dominar los mercados nacionales, eliminar la competencia o aumentar usurariamente los beneficios.

Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con las provincias.

Los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine.

El precio por la expropiación de empresas concesionarios de servicios públicos será el del costo de origen de los bienes afectados a la explotación, menos las sumas que se hubieren amortizado durante el lapso cumplido desde el otorgamiento de la concesión y los excedentes sobre una ganancia razonable que serán considerados también como reintegración del capital invertido.

 

(*) Tomado de la Constitución Nacional de 1949

Por el retorno del estado empresario

Mapa de la red ferroviaria argentina, antes y después de las concesiones

...difícilmente se encontrará otro problema en que deliberada e inconscientemente, hayan sembrado tanta confusión los representantes de la ciencia, la filosofía, la jurisprudencia, la economía política y el periodismo burgueses como en el problema del Estado. Todavía hoy es confundido muy a menudo con problemas religiosos; no sólo por los representantes de doctrinas religiosas (es completamente natural esperarlo de ellos), sino incluso personas que se consideran libres de prejuicios religiosos confunden muy a menudo la cuestión especifica del Estado con problemas religiosos y tratan de elaborar una doctrina -con frecuencia muy compleja, con un enfoque y una argumentación ideológicos y filosóficos- que pretende que el Estado es algo divino, algo sobrenatural, cierta fuerza, en virtud de la cual ha vivido la humanidad, que confiere, o puede conferir a los hombres, o que contiene en sí algo que no es propio del hombre, sino que le es dado de fuera: una fuerza de origen divino.

Lenin, Sobre el Estado

En los países del capitalismo dependiente el papel del Estado en sectores estratégicos de la economía es indelegable; la “burguesía nacional” –un oxímoron- solo se asume como furgón de cola de la división internacional del trabajo. Puede en algunos momentos históricos asumir posiciones independientes, como durante la 2ª Guerra Mundial, cuando las relaciones con las metrópolis imperiales estaban cortadas por una circunstancia excepcional como la descripta y entonces se lanzaron a un tímido proceso de industrialización donde volcaban los excedentes de su principal actividad agropecuaria y con la misma lógica que es la de alta rentabilidad con mercados protegidos pero en cuánto estas se normalizaron asumieron otra vez el rol que sus patrones mundiales les ha designado. Así y todo, aún con estas condiciones favorables, la cuantiosa inversión en infraestructura y en sectores que hacen a la soberanía de la Nación corrió por cuenta del Estado; esa lógica –inversión de capital de riesgo y retorno de la misma en un plazo más o menos largo- jamás formará parte del ADN de la burguesía rentística que solo invierte allí donde la ganancia es segura y rápida. Como ejemplo del rol del Estado no está demás mencionar que lo que hoy conocemos como la red troncal de rutas nacionales fue financiada con parte de los excedentes que generaba YPF. Por eso es que todo esfuerzo por recrear el mito de la burguesía nacional chocará con su carácter dependiente; en los últimos años fue bien ilustrativo el caso de la familia Eskenazi. Alentados por el Gobierno a participar en el paquete accionario de la ex Repsol rápidamente abandonaron cualquier atisbo soberano para sumarse a la lógica extractiva seca-pozos de sus patrones del Reino de España. En el libro Todo o Nada de María Seoane hay transcripto un diálogo entre el sociólogo James Petras y Elvio Coelho –presidente de la UIA por entonces- que ilustra muy bien el pensamiento del gran capital dependiente argentino:

James Petras: ”Ya en 1971 me había impresionado un diálogo que mantuve, si mal no recuerdo, con Elvio Coelho, entonces Presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA). Yo le preguntaba porque no se lanzaban a la industrialización como en Brasil”.

Elvio Coelho: Porque los sindicatos son demasiado fuertes y eso nos llevaría a una guerra civil, contestó.

James Petras: Pero, ¿porqué no lo intentan?

Elvio Coelho: Porque podemos perder,  dijo

Impresiona de hecho como la burguesía rentística argentina entiende a Marx mucho mejor que ciertos discípulos: El papel que Marx le asigna a la burguesía, que es la de llevar el capitalismo al extremo creando como consecuencia a su enterrador -el proletariado- fue muy bien estudiado y comprendido por los factores de poder. Industrialización sí ma non troppo, no al punto donde los sindicatos sean un factor de poder político real y con conciencia para sí, por eso siempre se limitaron a su papel periférico y a acercarse al Estado como protector de sus altas ganancias o alejándose –pero para también servirse de él como guardia pretoriana- cuando la situación y necesidades del capitalismo central así lo requiere. Resumiendo: Dejar a estas “fuerzas del mercado” la creación de empleo y valor se ha demostrado absolutamente erróneo; el Estado no puede ni debe renunciar a esta potestad, no solamente estrictamente ceñido a cuestión de intereses estratégicos sino que, al intervenir en el mercado del empleo como un competidor más presiona al resto de los actores a no incurrir en su lógica de hierro bajos salarios-superexplotación.

La reestructuración económica y social producida en la Argentina en los años noventa tuvo como uno de sus principales ejes a la política de privatización de empresas públicas. Dicha reestructuración dio lugar en los años siguientes a nuevas temáticas como, entre otras, la regulación de las empresas de servicios públicos, la nueva dinámica de comportamiento adquirida por las empresas líderes, la concentración económica, la centralización del capital, etc. Uno de los principales impactos de las reformas fue el notable deterioro que se registró en el mercado de trabajo, donde las privatizaciones cumplieron un papel clave. A partir de mediados de la década de 1970, el papel empleador del estado comenzó a deteriorarse y cobró auge el estado subsidiado o contratista a través de mecanismos como la promoción industrial. En efecto, comienza entonces un proceso de privatización del empleo público en paralelo con una disminución del volumen de ocupación de las empresas estatales, en parte debido a la escasez de la inversión pública. Ello produjo la caída de la ocupación en las empresas y constituyó una de las principales causas del estancamiento del nivel de empleo en el conjunto del sector público nacional. La reducción del empleo público significó, en el sector de empresas públicas, una tasa negativa de más del 5% para el quinquenio 1975-1980. Lo característico de este hecho fue que, mientras la reducción anterior (producida entre 1958-1962) fue gradual, la que se produjo entre 1976-1983 fue de tipo shock recayendo todo su impacto en el primer año (-10,6%); la incidencia de las Empresas del Estado era muy significativa en el volumen del empleo estatal ya que absorbía entre el 36 y el 45% del total.

Durante el gobierno peronista de Carlos Saúl Menem se enviaron al Congreso Nacional  los proyectos de las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica. En la primera se estableció, entre otras medidas, que las empresas públicas podían ser privatizadas mediante decretos, dando la posibilidad a los acreedores del estado y/o sus empresas de capitalizar sus créditos. Disponía entre otras medidas, los procedimientos para privatizar total o parcialmente o liquidar empresas del estado, establecía preferencias para la adquisición de las empresas; implementaba un Programa de Propiedad Participada para las empresas a privatizar; autorizaba al PEN a declarar nulos los contratos de obra o consultoría aprobados antes de dicha ley. La segunda tenía por objetivo reestructurar el gasto estatal; establecía, además, igual tratamiento al capital nacional y extranjero; la suspensión del régimen de compre nacional; la autorización al PEN para declarar la prescindibilidad de los empleados designados sin concurso, etc. Las consecuencias sobre el mercado de trabajo que produjo el proceso de transición de un modelo de desarrollo proteccionista con fuerte participación estatal hacia un modelo estructurado alrededor de las privatizaciones y apertura de la economía a los flujos internacionales de bienes y capitales fue la pérdida neta de puestos de trabajo asociados con el cambio estructural; por ello, la transformación de la demanda tendrá carácter permanente a menos que se introduzcan cambios de significación en el modelo económico.

Números que asustan

En el período populista conservador iniciado en 1989 llevó los 350.000 ocupados del sector público nacional a 68.000 en 1993, y a 27.500 en 1995. La reducción fue un efecto directo de la privatización de empresas públicas y la desaparición del estado empresario o generador de empleo productivo, puesto que el empleo del sector público nacional total no sólo no disminuyó sino que el agregado (nacional, provincial y municipal) experimentó un crecimiento entre 1989 y  1995 (de 1.827.630 personas a 2.089.684, lo que implica un aumento del 14 %). El empleo de las empresas estatales representaba en 1985 el 36,11% del empleo total del sector público, en 1992 el 21,35% y en 1997 sólo el 6,50% comprendiendo a los entes residuales. La reducción calculada sobre el total del empleo de las empresas de servicios públicos es de casi 70 % entre 1988 (100) y 1998 (31,7).

  • El sector de telefonía, cuya privatización se realizó en noviembre de 1990, redujo a más de la mitad su planta de personal operándose el grueso de la disminución entre 1990 y 1994 pero manteniendo una tendencia homogéneamente decreciente entre 1988 y 1998. Ello responde, en lo sustantivo, al "trabajo sucio" que realizó el estado consistente en el despido de trabajadores, el incremento de la deuda de la empresas y en el aumento de las tarifas, y, una vez privatizada, las sucesoras privadas (Telefónica - Telecom) que continuaron con la dinámica de los despidos y la tercerización de ciertas actividades de la empresa.
  • La empresa de correo postal disminuye empleos en forma gradual pero con un pico de caída entre 1991 y 1992 luego mantiene la magnitud del empleo hasta la caída de 1997/98 coincidente con la privatización.
  • La empresa estatal de aeronavegación incorporó empleados en forma gradual hasta 1990 cuando se produjo la privatización y comenzó el proceso de expulsión de personal agudizado entre 1991 y 1993, cuando el índice pasa de 91 a 59 puntos para finalizar en alrededor de los 47 puntos. Puede verse que los despidos se produjeron una vez privatizada la empresa en noviembre de 1990.
  • El comportamiento de la empresa de aguas y cloacas, privatizada en diciembre de 1992, es diferente debido a lo temprano de la primera reducción que se opera entre 1989/90 e involucra 10 puntos del índice, mientras el resto de las empresas aún no había despedido trabajadores en esta magnitud. La reducción es previa a la privatización y la siguiente reducción fuerte se produjo entre 1994 y 1997, posterior a la privatización, cuando el índice muestra una caída del 83% al 42%.
  • El sector de energía eléctrica, cuyo traspaso al sector privado se produjo en julio de 1993, generó la fuerte reducción entre 1992 y 1993 llevando el índice de 86,8% a 50,5%. El período de la reducción coincide con la del sector de aeronavegación, pero se mantiene posteriormente la tendencia decreciente aunque con mucho menor intensidad.
  • Los ferrocarriles que se privatizaron a lo largo de 1992 pierden en los primeros seis años de la serie unos 19 puntos de empleo, mientras que en el bienio 91/93 la reducción es de 60 puntos convirtiéndose en la empresa que expulsó la mayor cantidad de trabajadores en el período inmediatamente anterior a la privatización. De esta manera, a partir de 1993 el nuevo piso de la serie se encuentra alrededor de los 20 puntos.
  • El sector gasífero hasta 1992 -año en que se privatizó- incorporaba trabajadores, situación coincidente con los sectores de aeronavegación y electricidad. Empero entre 1992 y 1993 se produce una caída del empleo de alrededor de 50 puntos, con lo cual se convierte en la reducción más tardía pero más pronunciada de la serie. Sólo el sector eléctrico muestra una caída similar en tiempo e intensidad.

La disminución del volumen de empleo se produjo fundamentalmente entre los años 1991 y 1992, que en muchos casos es el período previo a la privatización. Cabe aclarar que las empresas una vez declaradas "sujeta a privatización" pasaron inmediatamente por un período de reestructuración consistente, entre otros, en programas de "racionalización" del personal llevados a cabo por el estado. En casos como Entel y FF.AA dicho proceso fue acompañado también por importantes cambios en las condiciones laborales, como es el incremento en la duración de la jornada de trabajo. En efecto, la reducción al mínimo de los planteles, avalado por las políticas del estado neo-colonizado, fue una constante previa a la toma de posesión de las empresas por parte del sector privado. El estado no sólo respaldó la política de expulsión de empleados que conllevó el proceso de privatizaciones, sino también las políticas referidas al aumento de tarifas y empeoramiento de las condiciones laborales posteriores a la privatización de las empresas prestatarias de servicios públicos.

Y para finalizar lo más importante, que es la relación directa entre la pulverización del empleo estatal y la tasa de desempleo general; la simultaneidad de la reestructuración del estado empresario mediante la "racionalización" del personal, "retiros voluntarios", jubilaciones anticipadas, cesantías y liquidación de entes contribuyó en el mediano plazo al aumento de la desocupación. La feroz caída del empleo de las empresas públicas entre 1990-1993 que reducen en absoluto más de 110.000 puestos de trabajo, y por otro -a partir de 1992- la tasa de desocupación, que no había superado hasta entonces los ocho puntos porcentuales, comenzó una escalada que alcanzó los 18 puntos. Las empresas de servicios públicos aportaron con 2,3 puntos aproximadamente a ese incremento. Una parte del efecto fue observado con cierto retraso debido a la efímera reconversión productiva a la que dio lugar el pago de indemnizaciones que permitió al personal cesanteado iniciar actividades por cuenta propia. De esa manera se contuvo parcialmente la escalada de la tasa de desempleo hasta 1993 cuando el agotamiento de los recursos volcó masivamente al desempleo al grueso de los indemnizados. La situación de desempleo se vio agravada por la ausencia de políticas destinadas a orientar a los empleados desvinculados de las empresas a invertir los ingresos derivados de dichas indemnizaciones; el resultado fue la dilapidación de los recursos en actividades cuentapropistas sin futuro y de nulo valor agregado (remises, kioskos y otros pequeños negocios) que se agotaron en un plazo relativamente corto y dio lugar a verdaderas hecatombes sociales en ciertas zonas del país. Como ejemplo, en la ciudad de San Nicolás donde está ubicada la planta de SOMISA entre 1992 y 1993 habían iniciado alguna actividad comercial de servicios 710 establecimientos y en ese mismo período habían cesado en su actividad 442.

PARIS - En una rueda de prensa del pasado martes, el Comité del Patrimonio Mundial reconoció oficialmente la Brecha Entre Ricos y Pobres como "Octava Maravilla del Mundo", describiendo la división de la riqueza global como la "más colosal y duradera de las creaciones de la humanidad". "De todas las estructuras épicas que ideado el género humano, ninguna más prodigiosa e imponente que la Brecha Entre Ricos y Pobres", declaró el presidente del Comité, Henri-Jean Baptiste. "Es un crecimiento tremebundo, milenario que nos llena de asombro y humildad". "Y gracias a un cuidadoso mantenimiento a través de los tiempos, este ingente vestigio ha sobrevivido intacto, infundiendo a cada nueva generación una sensación de reverencia", añadió Baptiste.

Ese vasto abismo de riqueza que se extiende a lo largo y ancho de la mayor parte del mundo habitado, atrae a millones de aturdidos observadores cada año, muchos de los cuales encuentran esa inmensidad demasiado abrumadora hasta para contemplarla. Siendo con mucho la mayor estructura de factura humana, está fácilmente a la vista desde emplazamientos tan distantes como Europa Oriental, China, África y Brasil, así como desde los 50 estados de los Estados Unidos. "Las Siete Maravillas del Mundo originales palidecen en comparación con ella", afirmó Edwin MacAlister, miembro del Comité del Patrimonio Mundial, frente a una llamativa fotografía de la Brecha Entre Ricos y Pobres tomada desde lo alto de la Ciudad de México.   "Se trata de una pasmosa hazaña de ingeniera humana que eclipsa a la Gran Muralla China, las Pirámides de Gizeh y acaso hasta la Gran Barrera Racial".

Según los antropólogos, incalculables millones de esclavos y siervos trabajaron penosamente una vida entera para completar la brecha. Los anales indican que es probable que las obras se iniciaran hace unos 10.000 años, cuando las primeras élites terratenientes convencieron a sus súbditos de que la construcción de dicho monumento era voluntad de la autoridad divina, creencia ampliamente sostenida aún hoy en día. Aunque los historiadores han refutado esa afirmaciones, son muchos los que mantienen todavía la teoría de que la Brecha entre Ricos y Pobres la levantaron los judíos. "Cuando contemplo su increíble amplitud, me siento conmovida hasta las lágrimas", afirmó Grace Ngubane, de 31 años, residente en Johannesburgo, cuyo hogar queda situado en una de las partes más anchas de la Brecha. "La escala es alucinante, te hace sentirte de verdad, de verdad hasta pequeñita", declaró asimismo. Si bien numerosos individuos han tratado de cruzar la Brecha entre Ricos y Pobres, hay pruebas que sugieren que sólo una pequeña porción ha tenido éxito alguna vez y han muerto muchos en el intento.

Su reconocimiento oficial como Octava Maravilla marca la culminación de un giro espectacular hace sólo 50 años, cuando los movimientos populares apelaban al cierre de la Brecha. Sin embargo, gracias a un reducido grupo de entregados políticos y de líderes de la economía, se iniciaron vigorosos esfuerzos de conservación en torno a los años 80 para restaurar  —y ampliar a gran escala— una antiquísima estructura. "Es imponente", declaró el presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, campeón y benefactor de toda la vida de la conservación de esa falla. "Después de todo lo que hemos pasado en los últimos años, no hay mayor privilegio que verla crecer más y más cada día. Puede que haya unos cuantos detractores que se preocupen por que, de hacerse más grande, el conjunto se venga abajo, dejando atrapadas debajo a millones de personas, pero yo por mí estoy dispuesto a correr ese riesgo". Añadió Blankfein: "Además, algo me dice que yo, probablemente, saldría bien parado".

 

Fuente: The Onion

Países serios

“Tenemos que ser un país serio como Brasil”

Mantra repetido por todo economista neoliberal

Leemos:

En Brasil, grupos de agentes armados vuelan por todo el país en helicóptero, golpeando puertas e infundiendo miedo en los corazones de aquellos que infringen la ley. No son policías: son de la agencia de recaudación de impuestos.

La llamada Receita Federal, que ha ganado renombre mundial por sus tácticas duras y creativas, será clave para las perspectivas económicas de Brasil este año. La presidenta Dilma Rousseff cuenta con las proezas de los recolectores de impuestos de la agencia para ayudar a su Gobierno a cumplir los ambiciosos objetivos presupuestarios sin asfixiar la economía del país. La agencia, conocida como "El León" por su emblema oficial, así como por su persecución feroz de los evasores de impuestos, no ahorra esfuerzos, desplegando por ejemplo operativos armados hasta los dientes a metros de barriles de cerveza en las cervecerías para asegurar que los individuos y las empresas declaren y paguen sus impuestos. Las recientes operaciones han tenido nombres como "La Pantera Negra" y "Delta", que suelen ser más asociados con las fuerzas especiales del ejército. La agencia utiliza incluso helicópteros para inspeccionar casas de millonarios y asegurarse de que sean coherentes con sus declaraciones de impuestos.

(…) Los métodos de la agencia, así como los altos y extremadamente complejos impuestos, despiertan quejas entre los brasileños, quienes apuntan a la infraestructura deplorable, a la educación y otros servicios públicos decrépitos y dicen que no están recibiendo lo suficiente a cambio del dinero que aportan. Sin embargo, otros expresan su admiración por una historia de éxito poco común de la recaudación de impuestos en América Latina, una región donde la evasión a menudo compite con el fútbol como un pasatiempo favorito. "Cuando se trata de la recaudación de impuestos, los brasileños son muy buenos. Ellos son probablemente algunos de los mejores del mundo", dijo Italo Lombardi, analista de Standard Chartered en Nueva York.

Rousseff necesitará toda la habilidad de la agencia en lo que está demostrando ser un año sorprendentemente difícil para la economía de Brasil. Su gobierno se ha comprometido a cerrar este año con un superávit presupuestario primario -ingresos menos gastos, excepto los pagos de la deuda- de alrededor de 139.000 millones de reales (72.000 millones dólares). Esta meta es seguida de cerca por los inversores para medir si el gobierno está inyectando mucho dinero en la economía. Una caída por debajo del objetivo podría indicar una mayor inflación, lo que a su vez podría poner en peligro toda la agenda de Rousseff, incluyendo su ofensiva para bajar las tasas de interés. Hay dos formas de equilibrar un presupuesto, y Rousseff podría cumplir el objetivo, en parte, al limitar los gastos. Pero los funcionarios dicen que es renuente a recortar demasiado, por miedo a causar daño a una economía que ha estado prácticamente estancada desde mediados del año pasado (…)

NADIE ESTA A SALVO

Hasta aquí, todo bien. En los tres primeros meses del año, el gobierno fue capaz de ahorrar casi un tercio de su meta de superávit primario para el año y los ingresos fiscales aumentaron más de un 7 por ciento en comparación con el mismo periodo del 2011. Uno de los secretos detrás del buen desempeño de la Receita Federal, dicen distintas autoridades, es la voluntad de la agencia de ignorar la condición social y las conexiones políticas en un país donde a menudo la élite recibe un grado de protección en los tribunales y en otros lugares. En abril, los medios de comunicación locales informaron que la policía incautó un coche deportivo de propiedad de Luis Fabiano, una estrella del popular club de fútbol Sao Paulo. Fabiano, un ex miembro de la selección de Brasil, negó que haya dejado de pagar los impuestos de su Audi, que vale alrededor de medio millón de reales.

"El papel de la autoridad fiscal es permitir que los contribuyentes sepan que estamos manteniendo un ojo sobre ellos y que ellos deben hacer lo correcto", dijo Caio Cándido, subsecretario de la agencia para la inspección, en una entrevista con Reuters.

Los propios agentes también tienen un buen historial de hacer lo correcto. Los casos de corrupción son pocos y mayormente aislados, un fuerte contraste con la avalancha de acusaciones contra funcionarios de la policía y otras instituciones públicas. Funcionarios de Chile, Tanzania e incluso China han llegado a Brasil para estudiar lo que hace que la agencia sea tan eficaz. Se cree que varios países latinoamericanos como México y Paraguay pierden hasta la mitad de los ingresos tributarios potenciales debido a la evasión y a los pocos controles. Por el contrario, la evasión en Brasil se piensa que es alrededor del 16 por ciento de los ingresos potenciales, de acuerdo con el Instituto de Planificación Fiscal, una organización privada con sede en Brasil.

Tremendo el stalinismo del PT…

Ser PRO

Macri PROcesista

 

 

  • Héctor Oesterheld: 57 años, creador de El Eternauta, detenido – desaparecido en 1977, visto en los centros clandestinos de detención y torturas El Campito, El Vesubio y la subcomisaria de Villa Insuperable.
  • Marina Oesterheld: 20 años, hija de Héctor, detenida- desaparecida el 27/11/76, embarazada. Se cree que dio a luz en Campo de Mayo.
  • Estela Inés Oesterheld: 25 años, hija de Héctor, asesinada por una patota de los Grupos de Tareas el 14/07/77, después que allanaran su casa.
  • Beatriz Oesterheld: 19 años, hija de Héctor, detenida – desaparecida el 19/05/76, vista en El Campito, asesinada clandestinamente. Su familia fue informada el 07/07/76 que había sido muerta en un “enfrentamiento” junto a otras cinco muchachos.
  • Diana Irene Oesterheld: 23 años, hija de Héctor, detenida – desaparecida el 07/08/76, embarazada, vista en la Jefatura de Policía de Tucumán, trasladada más tarde a Campo de Mayo donde se cree que dio a luz

Libertades

Un padre en estos momentos está soñando con el promisorio futuro de sus hijos, si van a ir a colegio inglés o alemán o porqué no trilingüe y se sueña a si mismo satisfecho. Otro padre, en el mismo tiempo pero tan diferente no puede pegar un ojo, no sabe aún con qué podrán desayunar los suyos y después tampoco sabrá como calmar la incertidumbre del almuerzo y la cena y así un día tras otro, tan demasiado igual que asfixia. Ya no sueña nada.

¡Hay que trabajar más! braman los pocos dueños de casi todas las cosas. Millones quisieran poder hacerlo, pero el mismo que grita los espera con un cartel en la puerta: No hay vacantes, no insista.

Una chica piensa en sus próximas vacaciones en Europa mientras pasea en su auto de vidrios rigurosamente polarizados. Otra ahora está parada, congelada, con una minifalda en una esquina oscura esperando algún cliente: Si es sin forro te pago más le dice el aspirante a rufián-suicida, tan torvo como la propuesta. Ciertos mundos a veces se cruzan por azar: A éstas negras les gusta la fácil piensa la de la nave de vidrios oscuros, con aún mas orgullo de ser lo que es.

Un niño juega frenéticamente en su flamante XBox 360 a matar a todos los distintos: Negros, musulmanes, comunistas: Winners dont’s use drugs lo felicita el banner. Sin quererlo ya se está preparando para el mundo repleto de asechanzas y de demasiados otros. Otro está en una estación de tren mitigando el frío y los pensamientos aspirando de la bolsita con pegamento con otros de su ranchada. Quizás nunca se crucen y si lo hacen no será para compartir nada: Los dos tendrán temor, uno a la pérdida, el otro a todo lo que ha perdido desde que nació.

Los carteles publicitarios tienen un doble mensaje: Le proponen al triunfador comprar aquellas cosas que lo harán aún mas campeón en su campeonato sin fin; para otros son la bofetada que les refriega en la cara su derrota y sin embargo no pocas veces matan y mueren por tener eso mismo que produce el sistema que los transformó en material de descarte o carne de bala de los guardianes del orden ajeno.

Todos ellos tienen libertad.

Lecturas: La obsesión por el traidor

 

Releyendo viejos mails me encontré con uno del 2007 a raiz de la huelga del sindicado de trabajadores de la educación de Neuquén (ATEN), escrito dos semanas después del asesinato de Carlos Fuentealba, que contiene una vigorosa y vigente crítica a los comportamientos de las sectas afiliadas a las diversas Cuartas Internacionales. Su autor es Bruno Galli, profesor de Historia y miembro de ATEN. Respetando el concepto global transcribo algunos párrafos:

La obsesión por el traidor (Patología del trotskismo y otras vanguardias afines)

A diferencia de muchos, nosotros no creemos ni en los burócratas ni en los traidores, aunque sí en las brujas. Y que en Aten las hay, las hay. Por eso no da para que en cada lucha tengamos que escuchar 10 acusaciones de traición por segundo, como si el gremio fuese un criadero de vampiros que engordan merced a las escuálidas ubres de las maestras. ¿Qué mal les aqueja a los “compañeros” de los partidos de izquierda y otras agrupaciones? ¿Podrán revisar ciertos prejuicios sin incurrir en pecado de revisionismo? ¿Asumirán una crítica sin vivirla como un trauma similar al que supone una conversión religiosa? No somos optimistas. Con ellos es difícil debatir en serio: discutir, incorporar, refutar, aprendiendo del otro e intercambiando opiniones divergentes sin necesidad de tildar al otro de “reformista” o “forro de la burocracia”. Igual esperamos se inicie una reflexión con el fin de abandonar ciertas prácticas que conspiran contra sus intereses, que en algunos casos son también los nuestros. Pero si ello no fuera posible, y si acaso primase la esterilidad, queda el testimonio de que un sector, compuesto por dos militantes, por lo menos se lo hizo saber.

Tener la conducción de un sindicato puede ser un buen negocio muy rentable. De hecho, la gran parte de ellos son organismos putrefactos, que sólo sirven para enriquecer a sus dirigentes o son usados como trampolín político para algún futuro puesto político que los una. En la mayoría de ellos no hay oradores, ni asambleas, ni distintas listas, ni seccionales de ideologías diversas, ni críticas a la conducción, ni dirigentes que luego de cumplir su mandato vuelvan a laburar. Y ni siquiera se vota un plan de lucha porque rara vez lo hay. Si de casualidad hay paro, lo decreta el dirigente por celular, lo anuncia por los medios de comunicación, lo garantizan sus matones, y al que no le gusta palo y a la bolsa. La huelga se termina cuando el capo mafia arregla con la patronal en cuestión. Y después todos callados a laburar como si nada hubiera pasado. En estos sindicatos la izquierda no suele tener cabida, y si de ojete tiene a un militante infiltrado, éste suele ocultar su filiación política por temor al inmediato despido o las trompadas, más veloces aún que cualquier telegrama. Si bien es cierto que en Aten se incurre en algunas detestables maniobras (sobre todo a la hora de presentar las mociones y en el recuento de los votos) que éstos y otros eventuales gestos burocráticos existan no nos habilita a hacer extensiva la calificación a todo el gremio ni a su conducción, mucho menos si se los compara con el resto de las burocracias sindicales que hemos descrito más arriba. De hecho no existe organización puramente democrática. Y es por eso que un balance debe ser ecuánime, tomando la totalidad de los elementos y no juzgando jamás en abstracto. Y prueba de en Aten la cosa no es tan grave es el hecho de que buena parte del progresismo y la izquierda vernácula terminen, de una u otra manera, participando allí. Sí, en Aten se puede participar.

Tan es así que podemos enumerar ciertos rasgos que son propios de este sindicato, como su predisposición a la lucha, sus vínculos con organizaciones hermanas, la permanente combatividad de su militancia, su nutrido activismo con recambio generacional, su democracia interna o su constante oposición a los gobiernos de turno. Y a pesar de esas infundadas acusaciones de corporativismo (¿qué gremio no es corporativo?) también es cierto que Aten no se preocupa únicamente por las cuestiones salariales y económicas sino que es un sindicato con marcado carácter político: abarca las cuestiones educativas generales pero también interviene en otros campos (2302, derechos humanos o reforma constitucional, por citar algunos ejemplos). Pero si es extensa la lista con las virtudes atenienses, hoy sin embargo queremos destacar otra cosa que también define al sindicato, y es que Aten posee una gran base de maestras y profesores que, afiliados o no, se sienten representados por su organización. Y tan representados se sienten que participan en ella, que son la organización. Pues si hay algo que el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad neuquina finalmente admitieron es que, en este punto, el gremio docente es distinto a los otros sindicatos burocráticos que pululan por ahí.

Lo entendieron todos, todos menos la izquierda. Y es que la diestra no ve que cuando se habla de ATEN se hace alusión a todos los docentes, o por lo menos a gran parte de ellos. Cuando se oye que ATEN corta las rutas o que ATEN llama al paro se está haciendo mención a los docentes en general. Tan es así que gran parte de la sociedad neuquina repudia a los docentes en su conjunto y no únicamente a sus gremialistas. En el imaginario social son todos los docentes los que son vagos, faltadores, usadores compulsivos de licencias, zurdos y que más encima cobran bien. Y en algunos casos tienen razón. Ladran Sancho, señal que traicionamos. Un fantasma recorre Neuquén, es el fantasma de la traición. ¿A qué se debe esta histeria colectiva que amedrenta a buena parte del activismo neuquino? Varias son las razones. Desmenucemos sólo algunas:

1) En la lógica binaria de la izquierda, todo aquel que no siga la política x del partido revolucionario x está boicoteando, frenando o traicionando la lucha. Esto sucede porque ellos (el partido x) se ven a sí mismos como los únicos que encarnan la verdadera política revolucionaria. Ellos son la revolución. El resto de la sociedad se divide entre dos clases de enemigos: burgueses y burócratas, ambos en constante contubernio para engañar y frenar el empuje emancipatorio de la sociedad. Reza la sentencia: “La sociedad quiere pelear, el tema es que tiene direcciones traidoras que la frenan”.

Y fíjese usted cómo funciona la misma lógica pero en el caso contrario: Cuando efectivamente las bases luchan al ritmo de las conducciones son éstas últimas las que son arrastradas por el deseo irrefrenable de aquellas. Las bases les arrancan el paro a las dirigencias, las obligan a luchar, pero nunca jamás es al contrario, nunca son las dirigencias las que movilizan a las bases, pues admitir ello implicaría aceptar que puedan haber direcciones realmente combativas por fuera de su organización. Y eso, para la izquierda, es inadmisible. Por ello es que siempre piensan que los dirigentes de Aten traicionan a las bases aunque la realidad desmienta tal postulado: en Aten son las direcciones combativas y el gran activismo que se nuclea en torno a ellas las que movilizan al conjunto de los docentes. Rara vez es a la inversa.

Pero no, no hay caso. De hecho, la izquierda tiene preparadas las acusaciones de traición, incluso antes de que aparezcan las traiciones. Es que si hay algo que le sirve a la izquierda ése algo son los traidores. Sin traidores se queda sin razón de ser, desaparece, no puede intervenir políticamente. ¿Por qué? Porque si no hay traidores no hay motivo que explique que las masas no salgan a luchar. Si no hay traidores tampoco hay excusa para que las masas no se sumen a sus partidos. El traidor cumple así una doble función: por un lado los consuela de la efectiva apatía de la sociedad, por el otro, les oculta sus propias impotencias y fracasos ante ella. Por supuesto que en esta lógica jamás cabe pensar que la gente no quiera luchar permanentemente, que no quiera la revolución que ellos quieren y que no los quiere a ellos tampoco. ¿Por qué?

2) Porque en este enfoque simplista y cargado de voluntarismo, la izquierda cree que las bases son natural y ontológicamente revolucionarias. Nacieron para luchar contra el sistema y la burguesía, pero algo se los impide: la burocracia, el estalinismo y los socialdemócratas, en suma, los traidores. Esa es la única razón que explica que una maestra no quiera voltear a Sobisch para imponer las demandas de toda la clase trabajadora. De esta manera, falsean la realidad cuando le adjudican deseos e intenciones políticas a unas bases que no las tienen: los docentes quieren aumento salarial, además quieren voltear a Sobisch, e inconscientemente quieren el socialismo, lo que sucede es que al no saberlo, son las propias conducciones burocráticas las que obturan ese deseo, retrasan la toma de conciencia y frenan cualquier acción tendiente a ese fin. Jamás verá la izquierda que a veces son las propias bases las que no quieren pelear, o que no quieren ir tan al “fondo”.Y menos podrá entender que amplios sectores del activismo, la militancia o la vanguardia tampoco quieran ir más allá (ese destino que, ellos dicen, objetivamente las circunstancias demandan). Cuando eso sucede, y las bases o el activismo se “frena”, o se cansa, o simplemente no quiere, entonces hay traición o capitulación. Hasta tirar a Sobisch no paramos, y el que no nos sigue nos traiciona.

Pero dadas así las cosas, el reconocer que las bases no son ontológicamente revolucionarias y que la culpa no es exclusiva de las direcciones, implicaría asumir además otra situación profundamente desmoralizante para el militante: conllevaría aceptar que hay razones más profundas que explican esta situación pasiva de la sociedad que no quiere tirar a Sobisch y que éste no es tan débil como parece, y que entonces la solución a ello supone políticas más complejas (quizás a largo plazo) que las simples arengas para luchar en el momento. Admitir esto también conllevaría renegar de esa abstracción típica de la izquierda que dice que el problema de la revolución es puramente subjetivo, o que es, para decirlo en su jerga, la crisis de su dirección revolucionaria. Implicaría, por ejemplo, responderse por qué siempre las bases docentes aceptan “sumisamente” las políticas moderadas de las conducciones o por qué tienen esas conducciones traidoras y no intentan sacárselas de encima siendo que constantemente van en contra de su espíritu de lucha. O por qué se burocratizan las organizaciones o qué mecanismos genera la sociedad para favorecer y alentar el surgimiento de las burocracias. Concretamente, por qué la sociedad neuquina “tolera” al MPN desde hace más de 40 años. En fin, desterrar ciertos dogmas nos enfrenta al problema de resolver problemas para los que no tenemos respuestas rápidas, y mucho menos acciones.

3) Una cosa más. Para que dejen de tratarnos como boludos no está de más recordar que es esta misma lógica la que subestima la capacidad de reflexión de las bases toda vez que siempre se dejan frenar, engañar y traicionar por los burócratas sindicales que las conducen. ¿Quién quiere gente así, tan sumisa y obediente, que al primer grito o maniobra de un burócrata abandona la lucha y se va a dormir a su casa? Sucede que en el fondo, las organizaciones de izquierda sostienen la misma concepción de las masas que tiene la burguesía: la de que el pueblo es un rebaño de ovejas, y debe seguir siéndolo. En el sistema capitalista, es rebaño para su propia explotación. En una situación revolucionaria, para su liberación. Pero siempre dirigida, guiada previamente desde afuera, nunca reconociendo que una emancipación debe ser obra de los mismos sometidos. ¿Y esa concepción que subestima a las bases acaso no es el germen de la burocracia? Sí también es burocracia. Paradojas: El fantasma del traidor se alimenta más cuando la política de esos partidos y agrupaciones no tiene aceptación en las bases. Y resulta claro que más fácil es adjudicarle el fracaso a un tercero que asumir la esterilidad de las políticas propias.

4) Otro axioma que atraviesa todas las acusaciones de traición: la asimetría real que existe entre los intereses de un sindicato y los de un partido revolucionario. Llega un momento en donde profundizar la lucha para un gremio significa cosas distintas que para una organización revolucionaria. Los gremios (y sus afiliados) pueden no querer voltear al gobierno e instaurar una asamblea constituyente, sino conseguir mejoras parciales (económicas y políticas). Los gremios, en este sentido, siempre serán vistos por la izquierda como organizaciones reformistas, corporativas, transitorias, limitadas, que quedan truncas a la hora de los bifes. Pero esto se debe a que la izquierda misma concibe a los sindicatos únicamente como medios para conseguir sus fines superiores, fines que sólo pueden ser verdaderamente alcanzados a través del propio partido. Exacerbado narcisismo. Deseos y objetivos diferentes definitivamente no podrán ser armonizados. Entonces debiéramos reconocer que la izquierda puede luchar mancomunadamente con los sindicatos, pero sólo hasta un cierto punto. Tarde o temprano llegará la inevitable bifurcación: luego el partido será sacralizado arguyendo de que es el único que aspira a la política grande. Así fue escrito, así será. ¿Y por casa cómo andamos?

Dejemos de lado el problema de la propia burocratización de los partidos de izquierda que siempre tienen a los mismos dirigentes y que sus bases acatan la política como si de mandamientos se tratara. Obviemos este detalle y preguntémonos: ¿Por qué la figura del burócrata se troca tan rápidamente por la del traidor? Porque el traidor opera como el referente negativo que todo militante de izquierda requiere para su conformación como tal. A la izquierda le urge la figura del traidor incluso más que la del chancho burgués. En el traidor se depositan los odios y la causa de todos los fracasos. Él es el responsable de todos los males. Y esta imperiosa presencia se evidencia en el hecho de que resulte tan caro hablar de esto con los compañeros, justamente porque repensar la figura del burócrata o del traidor hace entrar en crisis toda una construcción (intelectual y emotiva) que buena parte de la militancia sostiene férreamente. El traidor es el combustible que nos permite seguir actuando, y a la vez oficia como un velo que oculta nuestra impotencia.

Así, es Aten (traidor y burócrata) el que no quiso tirar a Sobisch, y para nada se interpela por la responsabilidad de la sociedad entera, que nuevamente ocupará el sitio de engañada y frenada en sus deseos, siempre revolucionaria por naturaleza, pero nuevamente traicionada. “¡Ahí está Aten, nuevamente traicionando, negociando con la sangre del compañero!” Con argumentos morales y emotivos, la izquierda hace lo que ni el propio gobierno se atrevió a hacer: Cargar el muerto sobre la espalda del sindicato. La lógica del traidor sigue vigente. Y por supuesto que la traición y los traidores ya habían sido denunciados previamente. Y esa suprema claridad sirve como argumento adicional para sumar militantes. “¡Viste que era verdad que había traidores! ¡Ya te lo habíamos avisado y vos no me querías creer!” Desde el principio habían estado esperando que la burocracia asomara, cuando por fin aparece y una vez que la ven actuando, entre la bronca y el regocijo, se preparan para el gran momento: se confirman los pronósticos, ha llegado el momento del combate, para eso estuvimos preparándonos, es hora de salir a diferenciarnos y jugar el rol histórico para el que hemos sido llamados. Esos son los momentos críticos en los que peligra el sindicato. Mire cómo son las cosas. Tan entusiasmados estaban con la huelga general y tanto odian a la burocracia de ATEN, sin embargo durante esta larga huelga a ninguno de ellos se les ocurrió probar con un sencillo experimento: ir a volantear a las petroleras, a los taxistas, a las obras en construcción, a los empleados de comercio, a los barrios del Oeste. Pero volantear en serio, quedándose a charlar, insistiendo, explicando pacientemente a los trabajadores que había que echar a Sobisch para imponer nuestras demandas, y todo eso. Si la dirigencia de Aten no quería hacerlo, tendrían que haber sido ellos los encargados de hacer el llamamiento popular a la insurrección. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Qué hubiera sucedido? Nada. O mucho. Primero habrían conocido a la verdadera burocracia sindical, y en más de algún lugar los hubieran corrido a patadas. Segundo, habrían corroborado la apatía del movimiento obrero, y habrían tomado conciencia de que las masas no querían tirar a Sobisch, que muchos trabajadores cobran un buen salario y que con eso les alcanza. Y por último, como frutilla del postre, se habrían desayunado que buena parte de la gente tampoco simpatiza con la causa docente.

Resumen: Habrían cotejado lo lejos que está la población de algo así como una huelga general o una pueblada, certificando la eficacia del neoliberalismo y de 40 años de MPN, de redes de punteros y subsidios, medios de comunicación, etc., etc. ¿Será por todo esto que no fueron? ¿Será por eso que prefieren descargar sus impotencias sobre la “burocracia” de Aten?

La Gallina de los ovarios de oro

Lamentablemente este discurso de la burocracia y los traidores ha prendido en buena parte de la militancia y de los docentes en general. Incluso en los compañeros de la llamada “base”. Este discurso lleva inevitablemente al debilitamiento del gremio. Y uno les dice a los compañeros que un gremio débil y dividido no le conviene a nadie. Pero últimamente también hay que poner en duda eso. Y es que justamente por esta misma lógica sectaria, narcisista y antidemocrática, a la izquierda, a veces, le resulta indiferente el resultado final de un conflicto, o que el gremio docente reviente en mil pedazos. Siempre que a cambio de esto integren unos cuantos militantes a sus filas, grupo al cual ya habrán santificado con el rótulo de lo mejor de la vanguardia docente. A pesar de una derrota y un gremio desmovilizado, desde esta óptica, si lo mejor de la vanguardia se integra al partido, resulta de ello que el proceso revolucionario general habrá sido positivo, ya que ellos son y serán el motor del proceso revolucionario. Importa poco que sea a costas de fracasos, rupturas, desmovilización o bolsillos vacíos. Lo importante es el partido.

Pero para nosotros, que también somos militantes, el resultado de este conflicto no nos es indiferente. A nosotros sí nos sale caro que ellos crean que son la encarnación viviente de la emancipación de toda la especie, un anticipo de ella, su fuerza motora y los portavoces de un destino necesario. A nosotros sí nos sale caro, y tenemos que evitarlo a toda costa. Porque nosotros sí sabemos del rol absolutamente progresivo que juegan los gremios como Aten, que a pesar de no ser “revolucionarios” no por ello son burocráticos. Para nosotros Aten no es la fuente de todos los males ni el segundo enemigo después del enemigo. Tenemos entonces que reflexionar. Porque la izquierda no valora en su justa medida el gremio docente neuquino. No ve que es uno de los sectores más combativos del país, que es vanguardia de luchas políticas, económicas e ideológicas. Que fomenta la conciencia de clase en sus afiliados, que también es un gremio de izquierda, pero sumamente vital, en donde conviven distintas tendencias y que es gracias a las luchas docentes que la izquierda alcanza un mínimo protagonismo. Y por supuesto, también pensar que si acaso el gremio tiene estos rasgos algo también se deberá a sus conducciones “traidoras” y “reformistas”.

Aten es uno de los núcleos de la lucha neuquina y fue vanguardia política en infinidad de oportunidades. Durante mucho tiempo fue un oasis en el desierto neoliberal. Su aporte a la cultura de la izquierda argentina todavía no ha sido estudiado en profundidad. Poco falta para que sea valorado en su justa medida. Pero la ceguera y el narcisismo, las frustraciones trasladadas en el otro y el sectarismo patológico de algunos pueden llegar a generar un efecto contrario al buscado. Por arrogarse el monopolio de la lucha, quizás el peor mal que pueda cometer la izquierda es constituirse en un freno para ésta. De seguir así terminará dilapidando una gran fuente de riquezas, de la que ni siquiera tiene noción. Si seguimos por este camino ya de nada servirán que en un futuro no muy lejano se oigan, como quejidos melancólicos, las tardías autocríticas de quienes juran y perjuran que no eran conscientes de estar asesinando a la gallina de los huevos de oro.

Hasta siempre Comandante

Vengo de un país allá lejano en el tiempo donde la camiseta número 10 era solo propiedad de los elegidos. Era el que “jugaba bien”, el mejor de todos, en la calle del barrio, en la canchita a la vuelta de casa o en la soñada cancha de once.

Vengo de un país allá lejano en el tiempo donde se le gritaba “¡Burro!” a un rechazador serial de pelotas a ningún destino pero alejándola del área propia o a lo sumo, si era de nuestro equipo, recibía un resignado silencio de “Y bue, viste, es así”.

Vengo de un país allá tan pero tan alejado en el tiempo donde los caños, tacos, sombreros y pisadas eran vistos como normales si el feliz perpetrador de las hoy tamañas herejías llevaba la 10. Es más, entre otras cosas como ganar era por lo que se concurría al estadio.

Vengo de un país tan raro donde al 10 se le permitían dispensas que a otros jugadores no: Podía desaparecer un rato del partido o mostrarse pachorriento porque todos sabíamos que en un instante, en un rapto, podía gambetear a tres rivales y clavarla en el ángulo o a lo mejor solo acariciar el esférico para la entrada de un compañero sin marcas, el “tomá y hacélo”.

Tal era la rareza de mi país que no pasaba por la mente de nadie que el feliz poseedor de la 10 marcase o corriese a alguien. Si los rivales se tenían que preocupar por él mirá si se tenia que preocupar por los otros…

Lo admito, soy de otra generación: Los únicos corredores admirados eran los punteros –especie ya extinta hace unas décadas-, esos que iban pegados a la raya y toda la platea de ese lado se ponía de pie porque se olfateaba la llegada al fondo y el centro atrás de la muerte.

Y mi generación se transformó en mendiga: De un caño, de un sombrero, de un cambio de frente de 40 metros y al pié del compañero, de un tiro libre con el chanfle perfecto que la veías en el aire a la pelota y se preanunciaba el gol. Hasta en las palabras soy de otra generación: Ahora es rosca, no chanfle.

Y los mendigos del fútbol asistimos domingo tras domingo a lo que no nos van a dar; como el desarrapado que le pide una moneda al conductor de un Mercedes Benz nos cierran la ventanilla en la cara y nos ofrecen nada, que es ese compendio de rechazos con destino Júpiter, gestos tribuneros, pases que se erran estando el próximo de la misma camiseta a no más de 3 metros, remates al arco que los suele agarrar la doña que vive detrás de la cancha, goles en contra del rival festejados grotescamente como si hubiesen sido  producto de una genialidad propia, números 5 que no quitan ni distribuyen, arqueros que no saben lo que es retener una pelota, centro-delanteros que no cabecean… Y la número 10, que ya no significa nada.

El último ejemplar existente en todo el planeta Tierra se va y con él se cierra una época de ese hermoso deporte llamado fútbol. Quedarán los hábiles declarantes, los besadores de camisetas, los conocidos más por sus andanzas fuera de la cancha, los rechazadores, los corredores de la nada, los obedientes, los que no se salen del libreto ni bajo amenaza de muerte. Y también quedarán los aplaudidores de tamañas desgracias disfrazadas como eficacia y simpleza.

Chau Genio, hasta siempre.

La cultura de la insatisfacción

“Es básicamente un movimiento de los contribuyentes estadounidenses -de cualquier partido- que están cansados de la delincuencia y corrupción en Washington, que desconfía de la política de circunvalación que pone a la gente detrás y usa el dinero de sus impuestos tontamente, y quienes están desencantados viendo a nuestra nación marchar en la dirección incorrecta (y darse cuenta que sólo empeora año tras año, sin importar a quiénes elegimos para ser nuestros líderes)”

Parte de la declaración de principios del American Taxpayers Party (Partido Norteamericano de los Pagadores de Impuestos), cercano a los ultra-derechistas supremacistas blancos de las Milicias de Michigan

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En estos días que han regresado violentamente a la arena mediática los indignados que pagan sus impuestos para mantener a vagos y malentretenidos -azuzados por sus titiriteros de los medios de comunicación del establishment- también reingresa en los debates de ciertos sectores del kirchnerismo cool la necesidad de una fuerza política que contenga los reclamos y el “enojo” de este sector y los conduzca por la vía democrática. Lamentablemente, eso no puede ser posible: Esa gente no se ve ni siquiera representada por el PRO, porque sus reclamos no soportan los tiempos electorales de la democracia y tampoco los derechos y garantías de la Constitución. Para que un partido como el PRO los pudiese contener debería abandonar todo barniz democrático y lanzarse directamente a posiciones declaradamente represivas y terroristas, como el Front National lepenista; lo más cerca que estuvo de eso fue en aquel recordado “inmigración descontrolada” pero solo le alcanzaría quizás para ganar en una ciudad como Buenos Aires, no a nivel país. Como lo han demostrado en los sucesos del Parque Indoamericano sólo aceptan como única vía de redención la sangre y la militarización de la parte de la sociedad que no soportan y esto así planteado es insoluble con la misma existencia de la democracia.

Como cualquier pelotudo tiene un blog –lo cual es cierto- entonces me tomaré la atribución de auto-citarme, como perpetra al límite del hartazgo el bueno de José Pablo Feinmann, autor de la frase:

“Hay un porcentaje no desdeñable de nuestra sociedad -de cualquier sociedad- que jamás verá con buenos ojos o al menos con cierta indulgencia todo proceso que conlleve mejoras para los más desposeídos (…). Argentina jamás tendrá una "Comunidad Organizada". El propio Perón lo pudo experimentar en carne propia una vez que la reacción pudo organizarse para sacarse a la negrada de encima. Y con un país que tenía por entonces los más altos índices de ocupación, bienestar general, seguridad y movilidad social”.

El mito de convencer a todos

(…) en amplios sectores de las capas medias hay un deseo apenas oculto que algún día o alguien logrará terminar de la noche a la mañana con el gigante invertebrado. Y no es precisamente un deseo civilizado, que se termine en términos políticos, es decir, porque sea superado dialécticamente por otra fuerza que recoja lo mejor de su tradición sin sus aristas apto para todo servicio, sino algo mucho mas terrible, que es ni mas ni menos que la desaparición violenta de la negrada. (…) Es claro que eso va dirigido a los peronistas malos; a los peronistas buenos hijos del establishment, como Reutemann, De Narváez o Solá, siempre les estará franqueada la puerta de palacio.

El síndrome de la historia circular

Mejor sí hablar de ciertas cosas

Peron-y-la-Triple-A

Una carta

Carta_Dimitris_Cristoulos

“El Gobierno de Tsolakoglou [*] ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego tomase un kalashnikov, yo le apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los tachos de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro tomarán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussollini en 1945″

Dimitris Christoulas
Jubilado griego que se suicidó hace pocos días  enfrente del Parlamento de su país

 

[*] Compara aquí al actual gobierno siervo del FMI y los organismos de crédito multilaterales con el encabezado por Georgios Tsolakoglu, colaboracionista de los nazis en la Segunda Guerra Mundial

Desapariciones

galeano

Desaparecidos: los muertos sin tumba,
las tumbas sin nombre.
Y también:
los bosques nativos,
las estrellas en la noche de las ciudades,
el aroma de las flores,
el sabor de las frutas,
las cartas escritas a mano,
los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo,
el fútbol de la calle,
el derecho a caminar,
el derecho a respirar,
los empleos seguros,
las jubilaciones seguras,
las casas sin rejas,
las puertas sin cerradura,
el sentido comunitario
y el sentido común.

Eduardo Galeano

Extractado de su próximo libro Los hijos de los días

La secta es el opio de la ultra izquierda

Así como para los movimientos que constituyen los embriones de una nueva cultura política de izquierda el contenido es la forma y la forma es el contenido, otro tanto podemos decir de la izquierda tradicional. ¿Por qué este hincapié en la forma? Mi tesis es que no podemos entender cabalmente a la izquierda tradicional tal como ella se autorrepresenta en el discurso de sus proclamas, de sus programas o de sus estatutos partidarios (esto es, se necesita trascender la propia ideología a través de la cual la izquierda se piensa y se racionaliza) y atender a sus formas de organización reales, pues aquí también son estas formas de organización las que prefiguran el orden social que desean construir efectivamente. Nos topamos aquí con la paradoja de que los discursos más radicales, revolucionarios y emancipatorios pueden ser proclamados desde estructuras cerradas, verticales, autorreferenciales, autoritarias y conservadoras.

Para pensar estas formas, más útil que la sociología de los partidos políticos, resulta la sociología de las religiones, es más provechoso pensarlas desde Weber que desde Michels, desde René Loreau que desde Sartori. Me explico: las organizaciones de la izquierda argentina hace decenios que responden mejor a la tipología de la secta, dicho en el sentido sociológico del término, que a la del partido político. En los años 1930 ó 1940, estas formas eran era casi privativas del trotskismo y la extrema izquierda, cuya multiplicación frente a la unidad monolítica del comunismo internacional semejaba la proliferación de sectas protestantes frente a la unidad de la Iglesia Católica Romana. En efecto, el comunismo, aún con sus permanentes purgas, mantenía una férrea organización internacional, jerárquica y centralizada, que administraba el canon de lectura ortodoxo de los textos sagrados de los padres fundadores. Los trotskismos, en cambio, proponían otras claves de lectura, heterodoxas en relación la ortodoxia comunista, pero con un afán de ortodoxia, de lectura correcta: su lectura quería ser canónica, porque la secta quiere devenir Iglesia. Volveré en seguida sobre esto, pero partiendo de esta premisa: en la primera década del siglo XXI ya no hay centros políticos internacionales legítimos, lecturas canónicas que sigan millones de fieles ni iglesias políticas monolíticas: todo el movimiento de las izquierdas ha estallado en una pluralidad de sectas –socialistas, comunistas, trotskistas, maoístas, guevaristas, nacionalistas revolucionarias…– que ya no son patrimonio del trotskismo.

Mi disparador para pensar el problema en estos términos fue una frase de una carta de Karl Marx a Schweitzer, un dirigente alemán de la corriente lassalleana (Marx diría la “secta lassalleana”). Marx dice allí: “Toda secta es, en realidad, religiosa” (Marx a Schweitzer, 13/10/1868). Esto quiere decir que, a pesar de sus manifestaciones exteriores, políticas, racionales y laicas, la secta extrae su unidad, su cohesión y su fuerza de un imaginario religioso que opera de modo inconsciente para sus miembros. A pesar de que en el nivel de lo manifiesto un grupo se llame a sí mismo “partido”, “liga” o “movimiento”, se adhiera a un credo laico y racionalista y se ufane del carácter voluntario, libre y racional de sus posturas o de sus tomas de decisión políticas, puede funcionar y autorreproducirse según el patrón de la secta política, permaneciendo atrapado por un imaginario que es el que otorga efectiva identidad y cohesión al grupo y dentro del cual juegan un rol decisivo los rituales y las ceremonias, la disolución del individuo en el todo grupal, la separación rígida entre el “adentro” y el “afuera”, entre el saber profano y el sagrado, el esotérico y el exotérico, la estratificación interna, el culto sacralizado del líder, la esperanza mesiánica, las figuras del heterodoxo, el desertor y el traidor. Detengámonos brevemente en cada una de estas categorías. En primer lugar, la identidad. Es característico de la secta política su identidad rígida, cerrada, exclusiva. La vida política moderna es rica en ejemplos de interminables querellas de identidad entre sectas que provienen de un mismo tronco, donde el mayor grado de parentesco y proximidad es motivo de mayor agresividad en la disputa por la legitimidad. Las querellas entre hermanos/ rivales suelen alcanzar un tenor no sólo agresivo sino sofisticado, ante las cuales los observadores externos asisten como si se tratase de una pelea de familia, con sus esotéricas referencias a hechos y figuras del linaje familiar. Freud podría haber explicado estas disputas en términos del “narcisismo de las pequeñas diferencias”.

La paradoja de la identidad secta es su aparente fortaleza, que suele legitimarse a través de un complejo sistema doctrinario, pero la identidad de la secta no es fuerte, sino rígida: dentro del sistema de la secta, cualquier diferencia menor ingresa en una dinámica interna imparable, termina por abismarse y por generar un nuevo cisma. La secta racionaliza este proceso de debilitamiento periódico como una “purificación”: “la expulsión de los desviacionistas nos ha cohesionado y fortalecido”. En los discursos partidarios, son frecuentes las metáforas tomadas de la patología: “virus”, “pestes” que inficionan la organización, anticuerpos que reaccionan a tiempo para restablecer un “sano” cuerpo partidario. La nueva secta tomará sus fuerzas de la enorme cohesión que le dio esta lucha desigual y, si sobrevive, reproducirá el esquema al infinito; de donde se desprende que las identidades rígidas, tras su apariencia de fortaleza, esconden en verdad una enorme vulnerabilidad. La lucha a muerte por la legitimidad exige la más estricta disciplina y cohesión interna. La guerra externa se internaliza, pero a su turno se reproduce dentro: aun la más rígida de las estructuras no puede permanecer absolutamente ajena a presiones externas. El conspirador social deviene preferentemente un conspirador interno. En la secta, se vive en un clima de sospecha. La lucha hacia el “exterior” deviene lucha hacia el interior y las querellas intestinas terminan por monopolizar todas las energías de la secta.

La identidad ideal que se forja la secta política implica la cuasi disolución del individuo en el todo grupal. El militante vive su incorporación al grupo como un corte radical en su historia personal: antes y después de haber visto la luz, de haber encontrado un sentido a su vida. Pero lo que desde afuera puede entenderse como alienación del sujeto, como pérdida de su autonomía, para la vivencia del sectario (entendido como el integrante de la secta) esa renuncia es el costo de un acceso a su plenitud total. Los problemas de su identidad como sujetos individuales se suturan en esta identificación absoluta con el todo (conflictos sexuales, afectivos, familiares, dificultades de inserción laboral o profesional, miedos, fobias, etcétera, quedan suspendidos o desplazados gracias a esta posibilidad vivencialmente intensa de proyectarse en esta identidad colectiva ideal: todos aquellos conflictos aparecen al sectario como menores, mezquinos, “pequeñoburgueses”). En suma, se sacrifica la vida privada, pero para vivir intensamente esta hermandad absoluta, que además se ramifica por el mundo. No hay en la secta lugar para el temperamento individual, salvo, claro, para el líder. El líder es el único que puede (parcialmente) descentrarse de ciertos lugares, violar ciertas reglas, reinterpretar sorpresivamente los textos sagrados, cultivar un cierto temperamento individual. La minimización de la propia vida privada queda compensada por la contemplación de la vida del líder, el espejo en que se proyectan los miembros de la secta.

En segundo lugar, la sacralización del saber. Para las sectas de izquierda, el marxismo –esto es, su doctrina– es definido a priori como un saber verdadero opuesto al falso: una verdad que ya es, a la que en lo fundamental hay que interpretar correctamente y que sólo falta llevar a la práctica. No hay lugar para la creación, la recreación, la revisión, la innovación, la crítica en el sentido fuerte del término. La secta es, por definición, conservadora y, en el plano de la doctrina, es inflexible. Todo el marxismo de las sectas se reduce a pura hermenéutica. Lo que en la secta se llama “crítica” no es más que la reacción conservadora del saber consagrado frente a los intentos de “revisión”. La argumentación es escasa y se limita a contrastar las frases de los textos profanos con las frases de los textos sagrados. En estas guerras de citas, no hay diferencia alguna entre las querellas bíblicas de las sectas protestantes sobre la verdadera palabra de Dios y los debates entre grupúsculos de izquierda sobre lo que “verdaderamente dijo” Marx, Trotsky, Mao Tse Tung o el Che Guevara. La secta política tiene una dirección (“histórica”) que, a la manera de una casta sacerdotal, administra este saber y establece una clara línea demarcatoria entre los textos sagrados y los profanos. Cada secta construye su genealogía de textos sagrados, partiendo siempre del mito de los orígenes: las líneas pueden ser Marx/Engels/Lenin/Trotsky, Marx/Engels/Lenin/Mao o Marx/Engels/Lenin/Castro, poco importa. Los miembros de la secta política, del mismo modo que las sectas clásicas, comparten entre sí una serie de códigos, tics, gustos comunes, claves y contraseñas, que también escapan al profano. El saber sagrado es, por definición, conservador. Aunque la secta sea el resultado de una herejía, sólo es heterodoxa en relación con la organización madre (Iglesia) de la que rompe. La secta política se vive a sí misma no sólo como ortodoxa, sino inclusive define su misión como de restauración de la ortodoxia perdida o traicionada. Es así como, a pesar de los contenidos radicalizados, revolucionarios o subversivos de su discurso, la “estructura de sentimiento” de la secta es profundamente conservadora, hostil a lo nuevo, restauracionista.

En tercer lugar, los rituales y las ceremonias. Es indudable que los rituales y las ceremonias practicadas por las sectas políticas tienen mayor funcionalidad y menor solemnidad que el de las sectas religiosas clásicas o que las sectas político-religiosas de la primera mitad del siglo XIX. No obstante, tienen un peso imaginario fundamental. Por ejemplo, la asistencia a reuniones periódicas excede su mera funcionalidad: más allá de lo que haya de debatir o resolver, la reunión de “célula” o “equipo” debe realizarse de todos modos periódicamente, pues tiene un valor imaginario en sí misma (estimula la regularidad, reafirma en la fe, cohesiona al grupo, permite su control periódico, etcétera). A medida que las sectas se tornan más burocráticas, los congresos van dejando de ser espacios de deliberación y decisión democrática para devenir momentos de legitimación colectiva de decisiones previamente tomadas por la dirección. Esta, más que elegida y renovada, es plebiscitada. El congreso/ debate deviene congreso/espectáculo. Pero, con todo, para el militante es un momento fuertemente emotivo de reencuentro colectivo, bajo símbolos comunes (banderas rojas, imágenes de los padres fundadores o de la hoz y el martillo), donde puede tener a dirigentes habitualmente poco visibles a un cierto alcance, donde se entonan los himnos que facilitan la identificación colectiva (como “La Internacional”), donde se renueva el juramento en nombre de los compañeros caídos. Un ritual clave sigue siendo en la secta política el de la iniciación. Para un grupo donde la delimitación entre el adentro y el afuera es fundamental, la decisión de la membresía merece definiciones y debates programáticos y estatutarios, un tratamiento deliberativo en cada caso concreto, la puesta a prueba del iniciado, la apelación a un cierto ceremonial, una cierta celebración donde se comienza a convocar al nuevo miembro a las actividades de la vida social de la secta, etcétera El mito iniciático clásico de la renuncia a la familia o a la religión previa sobrevive persistentemente bajo otros modos menos formales pero no menos imperativos: cualquier iniciado no tarda en advertir que el modelo ideal del militante de la secta es el de la renuncia total a su vida anterior y presente, el de la entrega y la disponibilidad total a la organización.

En cuarto lugar, la estratificación interna y el culto sagrado del líder. Aunque su discurso se identifique con la democracia más plebeya o radical, con el socialismo o el comunismo, toda secta es, por definición, elitista y jerárquica. La dirección está desde el momento fundacional en la cima de la pirámide; los militantes ascienden a través de una serie de pruebas de eficacia y lealtad (a menudo, a la hora de decidir una promoción, la lealtad predomina sobre la eficacia). Por definición, hay promociones periódicas que estimulan a los militantes a esforzarse en cumplir sus tareas, pero ningún “advenedizo” ascenderá tan alto como para estar a la altura de la dirección “histórica”, originaria. En la secta política, la excomunión funciona como forma de cohesión. Reaparecen las figuras del heterodoxo (aquí bajo la forma del “revisionista”), del desertor (ahora el “fundido”) y el traidor (el “delator”, el “provocador”, el “agente policial”). Reaparece, concomitantemente, la figura del castigo ejemplar. El análisis de Weber sobre las sectas que “han ido tan lejos que han llegado a prohibir toda relación física, tanto sexual como económica, con los situados fuera de su círculo” es habitual en la secta política: todo contacto estrecho (por ejemplo, matrimonial) con alguien que no sea miembro, es sospechoso y directamente desaconsejable para con miembros de otras sectas. Pero el contacto está explícitamente vedado con “revisionistas” y “fundidos”. Estos requieren de un tratamiento especial, llevado a cabo por personal fiable y calificado, que evalúe si son “recuperables”. La secta despliega una enorme capacidad para “trabajar la culpa” de los ex militantes, condenándolos transitoriamente a una suerte de purgatorio, del que o “los recuperamos” o “se pierden”.

En último lugar, la esperanza mesiánica. En la secta política izquierdista, sobreviven en forma secularizada los rasgos centrales del milenarismo: el clima de excitación orgiástica ante la inminencia de la revolución, la vivencia del “presente absoluto”, el “aquí y ahora” total, la inmediatez más radical, la expectativa tensa ante el momento propicio, la revolución como acontecimiento absoluto, el líder como profeta, etcétera Estas figuras reaparecen en un marxismo transfigurado, convertido ahora en una doctrina a partir de la cual el profeta puede descifrar los signos de la revolución inminente y anunciarla. Es un marxismo leído en clave catastrofista: el capitalismo es una suerte de encarnación absoluta del Mal y está condenado. El Mal absolutamente desencadenado es ingobernable para sí mismo y sucumbirá como resultado de sus propias crisis. Como en las sectas milenaristas (y más tarde en las protestantes), fatalismo y voluntarismo se articulan en una misma doctrina: el advenimiento del Milenio es inevitable, pero al mismo tiempo hay que estar preparado para ese momento. La vida de la secta no es otra cosa que la espera, en ese clima de “expectativa tensa”, del Momento de la Redención. El llamado “Argentinazo” de 2001 no escapó a este fárrago de interpretaciones, donde las sectas izquierdistas apelaban a sus conceptos fetiche y discutían si se había abierto una “situación prerrevolucionaria” o abiertamente “revolucionaria”. Atrapadas en el imaginario soviético de 1917, debatían febrilmente, en su lenguaje esotérico inaccesible al vulgo, si estábamos ante un “Febrero” o un “Octubre”, si Duhalde era un “Kerensky” o Menem un “Kornilov”. Es que el anuncio profético del Ultimo Día (el “derrumbe” del capitalismo) es siempre relanzado: poco importa la realidad (en todo caso, si la revolución no llega... peor para la realidad). Más tarde o más temprano, la profecía se cumplirá.

Todas las energías prácticas están puestas en seguir el curso de la coyuntura, buscando el momento propicio. Todas las energías intelectuales están puestas en justificar la distancia entre la profecía y la realidad, esto es, en sostener la fe en la espera de un Milenio que tarda en llegar. Practicismo político de un lado, bizantinismo intelectual del otro, la secta política es una gran consumidora de energías. Los resultados del crecimiento no son tangibles, el desarrollo personal está bloqueado, pero la urgencia de las tareas inmediatas no deja tiempo ni espacio para la reflexión sobre la propia situación, sobre el encierro de la secta que se comienza a vivir como asfixiante. Compartir con otros camaradas las dudas puede ser riesgoso, engendra culpas y temores (¿cómo romper el juramento iniciático?). Además, ¿cómo retornar a una vida social con la que se han cortado amarras hace mucho tiempo? Este sujetamiento imaginario lleva al militante de la secta a permanecer un sobretiempo como militante en crisis (inconfesada) y luego otro lapso más, en el purgatorio de los ex militantes. Sólo en este marco puede comprenderse el pasaje de miles (o cientos de miles) de jóvenes por las sectas, su seducción por lo distinto, su fascinación por la disciplina, su esperanza mesiánica, su abnegada disposición militante, su cansancio o su asfixia posterior, su alejamiento de la secta y su retorno a la vida en sociedad. El ex militante suele internalizar el discurso de la secta y vive culposamente su alejamiento: no fui capaz de aceptar la disciplina, no tuve la fe suficiente, no fui de los mejores. Sólo permanecen en la secta la dirección y algunos elegidos: la base y los sectores medios fluyen incesantemente, como el río de Heráclito.

Pero volvamos a la relación entre la secta y los movimientos sociales, que definí desde un principio como una relación de exterioridad. La secta aspira a romper su pequeño círculo y devenir partido, liderando el movimiento de masas. Pero esta aspiración explícita a dejar de ser un pequeño grupo choca con el imaginario que la lleva a perpetuarse como grupo separado y calificado. Esta situación es más controlable en un grupo pequeño o mediano. De ahí la identificación, en el sentido común, de la secta con un grupo pequeño. En verdad, hasta cierto nivel, la secta puede crecer cuantitativamente manteniendo la misma estructura, pero un proceso de crecimiento repentino constituye una amenaza para la preservación de la secta como grupo distinto, cohesionado, singular, y un riesgo de pérdida de control por parte de la dirección. Llegado este punto, sólo caben dos posibilidades: o la presión social, a través de los nuevos miembros, modifica la estructura de secta, pudiendo devenir, por ejemplo, partido o movimiento político, o la estructura de secta es tan fuerte y tan férreamente defendida por los viejos miembros, que la contradicción se resuelve en una crisis aguda, que trae consigo el abandono por parte de los recién llegados y/o nuevas subdivisiones. El cisma, la vuelta al grupo chico, controlable, es el triunfo de la lógica burocrático-religiosa de la secta sobre la lógica de la política. Marx lo señaló admirablemente en la carta que cité anteriormente: “La secta ve la justificación de su existencia y su ‘punto de honor’, no en lo que tiene en común con el movimiento de clase, sino en el peculiar sésamo que la distingue de él”, le escribe a Schweitzer. En una nueva etapa de desarrollo del movimiento de masas, la secta podría quizá integrarse en el “movimiento general como elemento que lo enriqueciese”; sin embargo, la secta lassalleana “exigió del movimiento de clase que se subordinase al movimiento de una secta particular. Quienes no son amigos de usted —remata Marx— han concluido de esto que, pase lo que pase, usted quiere conservar su propio movimiento obrero”. El subrayado es de Marx: la secta fue incapaz de contribuir a la (auto)constitución del movimiento obrero alemán; antes bien, quiso preservarse como tal y conservar “su propio movimiento obrero”. El paralelo con las sectas políticas argentinas y su afán por conservar, aun al riesgo de la fragmentación y el debilitamiento del movimiento en su conjunto, su propio movimiento piquetero, es flagrante. Creo que no requiere de comentarios adicionales.

Mi conclusión es que las sectas de la izquierda argentina han podido crecer cuantitativamente, pero siempre dentro de su lógica y dentro de su territorio, que funciona como una suerte de enclave. La secta no crece contribuyendo a construir el movimiento social, en una dialéctica donde esa construcción del movimiento se decanta casi naturalmente en un crecimiento de sus filas: la secta crece a expensas del movimiento social, intenta capturar a sus dirigentes naturales, quiere imponerle su programa, su lógica política y, sobre todo, su forma.

Horacio Tarcus

La lenta agonía de la vieja izquierda y el prolongado parto de una nueva cultura emancipatoria
2005 -
Inprecor

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