Gramsci, por Eric Hobsbawm

Hace poco tiempo atrás se editó en nuestro país el libro Cómo cambiar el mundo del historiador marxista nacido en Inglaterra Eric Hobsbawm, el cual recomiendo fervientemente por su notable y riguroso trabajo de investigación que no se queda solo en describir la historia del marxismo y sus tendencias sino que lo relaciona en un potente ida y vuelta dialéctico con el presente. Una obra monumental, que algunos compañeros nacionales y populares parecen haber leído a las apuradas y llegando a conclusiones extrañas acomodando el relato según sus preconceptos, como cuando se dice que todo el libro lleva a concluir que “Hay que olvidar a Marx”, siendo que el mismo autor cierra su obra con este párrafo (página 424 de la edición de Editorial Paidós / Crítica):

La desintegración, incluso de un desmoronamiento del sistema existente [el capitalismo] ya no se puede descartar. Ninguna de las partes [capitalistas y marxistas / socialistas] sabe qué sucedería o qué podría suceder en este caso. Paradójicamente, ambas partes tienen interés en regresar a un gran pensador cuya esencia es la crítica del capitalismo y de los economistas que no fueron capaces de reconocer adónde conduciría la globalización capitalista, pronosticada por él en 1848 (…).

De nuevo resulta obvio que incluso entre importantes crisis, «el mercado» no tiene respuesta al principal problema que se enfrenta el siglo XXI: que el ilimitado crecimiento económico cada vez más altamente tecnologizado en busca de beneficios insostenibles produce riqueza global, pero a costa de un factor de producción cada vez mas prescindible, el trabajo humano, y, podríamos añadir, de los recursos naturales del globo. El liberalismo político y económico, por separado o en combinación, no pueden proporcionar la solución a los problemas del siglo XXI. Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx.

(El comentario del libro y la crítica a los que ligeramente dicen que “Hay que olvidar a Marx” será motivo de otro post)

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En los capítulos 12 (“Gramsci”) y 13 (“La recepción de Gramsci - Gramsci en Europa y América”) hace un detallado análisis del pensamiento y acción del brillante intelectual sardo, del que no hay que olvidar -cosa que se suele hacer y no inocentemente- que fue uno de los fundadores y militante del otrora partido comunista mas poderoso de occidente, el italiano. De los mismos quiero compartir con ustedes algunos extractos:

[Gramsci] hoy es conocido incluso por aquellas personas que en realidad no han leído sus obras. Términos tan típicamente gramscianos como «hegemonía» aparecen en los debates marxistas, e incluso no marxistas, sobre política e historia tan informalmente y a veces sin rigor como ocurrió con los términos freudianos en el período de entreguerras [Nota del autor: Me recuerda a cierto bloguero de la derecha peronista que suele citar con profusión cosas tales como “guerra de posiciones”, “guerra de trincheras”, “empate catastrófico” -que es una extensión del original de Marx “ruina mutua”- y otras tantas para sostener con piruetas increíbles la defensa de gente como Graciela Camaño y la mas rancia ortodoxia pejotista]. Gramsci se ha convertido en parte de nuestro universo intelectual. Su estatura como pensador marxista original -en mi opinión el pensador mas original de Occidente desde 1917- está ampliamente reconocida. Sin embargo, lo que dijo y por qué es importante todavía se atribuye al hecho que él es importante. A continuación, destacaré una razón de esa importancia: su teoría de la política.

Una observación elemental del marxismo es que los pensadores no inventan sus ideas en abstracto, sino que solo pueden entenderse en el contexto histórico y político de su tiempo. Si Marx siempre subrayó que los hombres hacían su propia historia -o si se quiere, elaboraban sus propias ideas-, también señaló que sólo pueden hacerlo bajo las condiciones inmediatas en que se encuentran, bajo condiciones determinadas y heredadas. El pensamiento de Gramsci es absolutamente original. Él es marxista y leninista (…) y a menudo resulta un marxista sorprendente. Por ejemplo, escribió relativamente poco sobre desarrollo económico y mucho sobre política, incluyendo escritos sobre teóricos como Croce, Sorel y Maquiavelo, que no suelen aparecer demasiado o en absoluto en las obras clásicas.

La Italia de su tiempo era, por así decirlo, un microcosmos del capitalismo mundial en la medida en que contenía en un solo país metrópolis y colonia, así como regiones avanzadas y regiones atrasadas [1]. Cerdeña, de donde provenía Gramsci, ejemplificaba la parte atrasada, por no decir arcaica y semi-colonial de Italia; Turín, con sus fábricas Fiat, dónde se convirtió en líder de la clase obrera, tanto entonces como ahora tipifica el estadio mas avanzado del capitalismo industrial y de la transformación de campesinos inmigrantes en obreros. En otras palabras, un marxista italiano inteligente que se encontraba en una posición insólitamente buena para comprender la naturaleza tanto del desarrollo del mundo capitalista como del «Tercer Mundo» y de sus interacciones. Por consiguiente, es un error considerar a Gramsci solamente como un teórico del «comunismo occidental». Su pensamiento no iba destinado exclusivamente a los países industrialmente avanzados ni era sólo aplicable a ellos.

(…) Italia era (y es) no solo un país católico sino un país en el que la Iglesia era una institución específicamente italiana, un modo de mantener el gobierno de las clases dirigentes sin, y al margen de, el aparato del Estado. Era también un país en el que la cultura de la élite nacional antecedía al Estado nacional [2]. Así pues, un marxista italiano sería mas consciente que otros de lo que Gramsci denominaba «hegemonía», es decir, las maneras mediante las cuales se mantiene la autoridad que no se basan simplemente en la fuerza coercitiva.

(…) La mayor contribución de Gramsci al marxismo es la de haber promovido una teoría marxista de la política. Porque aunque Marx y Engels escribieron mucho sobre política, eran reacios a desarrollar una teoría general en este campo, en gran medida porque -como señaló Engels en las famosas ultimas cartas explicando el concepto materialista de la historia- pensaban que era más importante destacar que «tanto las relaciones jurídicas como las formas del Estado no podían comprenderse por si mismas, sino que radican en las condiciones materiales de vida» (…) Lenin sintió la necesidad de una teoría mas sistemática del Estado y la revolución, lo cual resulta lógico en caso de acceder al poder, pero como todos sabemos la revolución de Octubre sobrevino antes de que pudiera completarla (…) Gramsci trató de lidiar con ambos problemas, aunque algunos comentaristas me parece que se han concentrado excesivamente en uno de ellos, el estratégico. De hecho, bien podríamos decir que a Gramsci sólo le fue posible enfrentarse a ellos en sus escritos porque estaba en la cárcel, aislado de la política exterior, y escribía no para el presente, sino para el futuro.

Gramsci es un teórico político en la medidas que considera que la política es «una actividad autónoma» [3] dentro del contexto y los límites impuestos por el desarrollo histórico, y porque emprende específicamente la investigación «del lugar que ocupa o debería ocupar la ciencia política en una concepción sistemática (coherente y lógica) del mundo» [4]. Para él, la política es el núcleo no solo de la estrategia para alcanzar el socialismo, sino del propio socialismo, «la actividad humana fundamental, el medio por el cuál la conciencia individual entra en contacto con el mundo social y natural en todas sus formas» [5]. En resumen, el término es mas amplio de lo que comúnmente designa. Mas amplio incluso que la «ciencia y el arte de la política» en el sentido mas estrecho del propio Gramsci, que él define como «un cuerpo de reglas prácticas para investigar y de detalladas observaciones para despertar un interés por una realidad efectiva y para estimular un entendimiento político mas riguroso y más enérgico». Está en parte implícito en el concepto mismo de praxis: que comprender el mundo y cambiarlo son una misma cosa. Y praxis es lo que hacen, la historia que los propios hombres hacen, aunque en determinadas condiciones históricas -y de desarrollo- y no simplemente las formas ideológicas por las que los hombres se hacen conscientes de las contradicciones de la sociedad. Es, para citar a Marx, el modo en que «lo resuelven»; en pocas palabras, es lo que puede llamarse acción política. Pero también es en parte un reconocimiento del hecho que la propia acción política es una actividad autónoma, aunque haya «nacido en el terreno permanente y orgánico de la vida económica».

Se podría argüir que para Gramsci lo que constituye la base del socialismo no es la socialización en sentido económico -es decir, la economía socialmente poseída y planificada (aunque ésta es obviamente su base y su marco)- sino la socialización en sentido político y sociológico, es decir, lo que se ha denominado proceso de formación de hábitos en el hombre colectivo, que hará que el comportamiento social sea automático y eliminará la necesidad de un aparato externo que imponga normas; automático, pero también consciente. Cuando Gramsci habla del papel de la producción en el socialismo no es simplemente como medio para crear la sociedad de la abundancia material, aunque podemos señalar de paso que él no tenía dudas acerca de la prioridad de maximizar la producción. Porque el lugar del hombre en la producción era fundamental para su conciencia bajo el capitalismo; porque la escuela natural de esta consciencia era precisamente la experiencia de los trabajadores en las grandes fábricas. Gramsci tendía a considerar que las grandes fábricas modernas no eran tanto un lugar de alienación, sino mas bien una escuela para el socialismo.

Lo nuevo en Gramsci es la observación de que incluso la hegemonía burguesa no es automática sino lograda a través de la acción y organización política conscientes (…) Una clase ha de trascender lo que Gramsci denomina organización «económico-corporativa» para llegar a ser políticamente hegemónica; y esta es, a propósito, la razón por la que incluso el sindicalismo más militante sigue siendo una parte secundaria de la sociedad capitalista. De ello se desprende que la distinción entre clases «dominantes» o «hegemónicas» y «secundarias» es fundamental. Porque el principal problema de la revolución es cómo convertir en hegemónica una clase hasta entonces secundaria, que crea en sí misma como una potencial clase dirigente y sea creíble como tal para las demás clases. Aquí radica para Gramsci la importancia del partido -el «Príncipe Moderno»-. Porque completamente aparte de la importancia histórica del desarrollo del partido en general en el período burgués, él reconoce que la clase obrera solo desarrolla su conciencia y trasciende la fase espontánea «económico-corporativa» o sindicalista a través de su movimiento y organización, en su opinión a través del partido (…) Gramsci es profundamente leninista en su idea general del papel del partido, aunque no necesariamente en sus opiniones acerca de lo que debería ser la organización del partido en un momento dado o acerca de la naturaleza de la vida del partido. Sin embargo, en mi opinión, su propuesta de la naturaleza y las funciones de los partidos va mas allá que la de Lenin”.

 

Notas:

[1] ¿Será por esa extraordinaria similitud con la Argentina que su pensamiento aquí es de absoluta vigencia?

[2] Otra extraordinaria similitud con nuestra realidad e historia.

[3] “Cuadernos de la cárcel”

[4] ibid anterior

[5] ibid anterior

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